Capítulo 4
La Última Invitada que llegó a la Fiesta
Los siguientes días para Xassena
estuvieron llenos de tensión, ya que de un momento a otro podría encontrarse
con Josarian en el despacho de su jefe, al final de cuentas si eran amigos,
algún día se tendría que aparecer por ahí. Ella albergaba la posibilidad de
entablar con él una amistad por el momento y quizás, ¿por qué no?, más adelante
una relación. Pero no fue así.
Se le hacía monótona la lentitud con que
pasaban los días y nunca pasaba la tan esperada aparición. «En algún momento sucederá», pensaba.
Al final de cada día se despedía sin
ánimos de su jefe. No entendía por qué él ni siquiera lo mencionaba.
Ella creía que por fin el amor había
llegado a su vida cuando lo conoció y con eso la felicidad también. Pero en
lugar de eso estaba viviendo los días tan amargos y llenos de incertidumbre.
Estuvo así por un mes hasta que
finalmente se atrevió a preguntarle al licenciado sobre su amigo. Él no supo
darle una buena respuesta simplemente dijo: “No sé, al siguiente día de la fiesta me habló y se despidió de mí”.
Nadie sabía a ciencia cierta a dónde se
había marchado y la razón de su proceder. Si se había marchado al extranjero
huyendo de sus recuerdos o si decidiera establecerse en la ciudad de México
donde tenían una de las filiales de su empresa exportadora.
Lo que le dijera su jefe fue como un
puñal que le desgarraba el pecho a Xassena. A partir de ahí, todo había
cambiado para ella. La vida ya no sería igual, no podría mirarla como la había
visto hasta ahora. Tan cerca que estuvo
y ahora tan lejos que estaba.
Tía Ángela estaba al tanto de los
eventos presentados en la fiesta, pero no de que había conocido al muchacho de
la foto recortada del períodico que estaba pegada en una de las paredes de su
cuarto. Pero si notó lo que le ocurría a ella y se preocupaba de como la veía.
De su trabajo a la escuela, y de ahí nada más. Se encerraba en su cuarto por
horas. Casi ya no participaba siquiera de las reuniones que hacían en la sala
del departamento cuando se juntaban ellas dos y Nancy para platicar amenamente.
Se dirigía como si fuera un robot. Trataba al máximo de ocultar su estado, pero
no lo logró.
Ya ni siquiera Nancy iba más a visitarla
por la actitud que había tomado sin que nada la hiciera hacer reaccionar. Y con
eso se habían acabado definitivamente sus reuniones. Por su parte, ella estaba
de lo más feliz porque su novio, Damián, recién había regresado de las
vacaciones que se tomó en Acapulco. Lo visitaba seguido, aunque si le seguía
preocupando lo que le ocurría a su amiga. Pero qué podía ella hacer si se había
cerrado a todas las posibilidades.
Xassena, seguía con su actitud, se
pasaba siempre todo su tiempo libre encerrada entre las cuatro paredes pintadas
de color verde limón. Dicen, que ese color infunde tristeza en las personas,
tal vez eso hiciera que se deprimiera más de lo que ya estaba. Literalmente
solo veía esas cuatro paredes porque ni siquiera contaba con ventana alguna
hacia el exterior. Era como si estuviera recluida en algún manicomio, solamente
le faltaba que trajera la camisa de fuerza.
En algún momento cruzó por su cabeza el
ya no estudiar más. Pero la razón había sido más fuerte que su sentir. No podía
hacer lo que hacen muchos, el de revolver una cosa con la otra, siendo que se
debería desapartar completamente y no dejar que lo que pasara en una relación
sentimental impactara en todas las demás cosas importantes de su vida.
Reflexionó en que la vida debería de
seguir. Esa noche decidió empezar uno de los proyectos que tendría que
presentar en una de sus asignaturas, necesitaba investigar información en la
red, por lo que se levantó decidida de su cama y se dirigió hacia un pequeño y
viejo escritorio, que estaba al lado de su guardarropa, donde tenía su
computadora del año del caldo. Se sentó en la desgastada silla giratoria y la
encendió presionando aún sin ganas el botón de encendido. Esperó impaciente los
eternos minutos que se tomaba hasta poder ver el escritorio, debido a la
lentitud en que trabajaba su flamante ordenador.
Encendió el modém, que era muy antiguo
también, el cual se encontraba del lado derecho del monitor; a la izquierda
tenía la impresora, igual de vejestoria, con unas pocas hojas en su charola.
Cuando por fin tuvo todo lo suficiente
para poder empezar con sus investigaciones quiso abrir el navegador de internet
dándole doble clic, pero justo en ese momento el equipo se apagó de súbito.
Checó todas las conexiones y todas estaban perfectamente conectadas. Y no hubo
poder humano que lo pudiera hacer funcionar otra vez. Maldijo su suerte, tenía
que aceptarlo: su apreciado aparato estaba muerto. Había dado ya todo lo mejor
de si.
El problema ahora era que tendría que ir
a un ciber café a realizar el trabajo. Con lo que le resultaba molestó ir a uno
de esos lugares, y sin contar lo altísimo de la tarifa de la renta de la hora.
No tenía otra opción, no podría pensar siquiera en comprarse otra máquina usada
y mucho menos nueva.
Tenía que resignarse, pero por el
momento no había más que regresar a su cama. Ya mañana sería otro nuevo día en
el que empezaría su vía cruxis, los virus se ensañarían con su memoria USB
plagándola de todos los variantes de ellos, se compadeció de ella.
A pesar de todos sus esfuerzos, seguía
con su tristeza y hasta en el trabajo no lo podía disimular, cosa que no pasó
desapercibida por su jefe.
—¿Qué es lo que tiene, Xassena? La veo
muy mal —le preguntó.
Ella no quería que él se enterara que su
estado era por motivo de la ausencia de su amigo. No tuvo que inventar ninguna
excusa tenía una perfecta.
—Mi computadora murió, y yo con los
proyectos en puerta para el fin del séptimo tetra —dijo sin desgano.
—¡Qué casualidad!
Fue todo lo que dijo el licenciado y se
dirigió a su oficina dejando a su secretaria sorprendida.
En unos minutos regresaba con una
mochila negra y la puso sobre el escritorio.
—¿Qué es esto? —preguntó ella.
—Ya había pensado en dársela, pero no me
acordaba. Es una laptop. Y es suya…se la regalo.
Después de lo sucedido la noche de la
inquietante celebración, Josarian no quiso saber nada de esa máquina. Se la
había dado a Malaou para que se la llevara y se la regalara a alguien que la
necesitara. Él se la había llevado a su departamento y después a su oficina con
el fin de entregársela, ¿quién mejor que a su empleada para beneficiarla? Pero
con tantos asuntos no lo había recordado hasta que Xassena se había quejado y
por eso ahora se la daba.
Xassena no lo podía creer, ¡era la
portátil de Ferenielle! Tendría al menos un recuerdo de él. Estaba segura que
debería de tener fotos y videos de ellos. Principalmente de su amor platónico.
Largo se le había hecho el día para
poder checar en la comodidad de su cuarto aquella computadora.
En la noche, al llegar al departamento
entró a su cuarto aventando todo cuanto traía. De la mochila sacó
inmediatamente el objeto que le provocaba actuar de esa manera. Emocionada y
nerviosa la encendió. Qué gran diferencia, ahora no tuvo que esperar tanto para
tener a la vista la superficie donde trabajaría. De inmediato buscó el video
que habían puesto el día de la fiesta, lo quería ver nuevamente y esta vez
completo; pero no estaba ni en el escritorio, como había escuchado, ni en
ningún otro lado. Expandió el árbol del directorio, es decir, abrió varias
carpetas y nada. No encontró nada interesante, por ningún lado; tal vez el
licenciado había hecho una instalación nueva del sistema operativo. ¡Qué
desilusión se había llevado!
Pero al menos no tendría que ir a ese
molesto lugar como lo son los cibers, se consoló a sí misma.
Y así pasaron los meses. Ya había
empezado el número 6 y ella ya había perdido toda esperanza de que él
regresará, y mucho menos de que surgiera algo entre ellos.
Un domingo por la tarde temprano decidía
acompañar a su tía al entierro de una de las miembras del club de beneficiencia
a la que pertenecía. Por la apariencia de las personas que asistieron al mismo,
se notaba que la mujer fallecida formaba parte del círculo de la más alta
sociedad de Monterrey, de eso no había duda.
No podía creer que su primera salida
para algo diferente de trabajo y escuela fuera precismente a un cementerio,
pero había sentido la necesidad de ir. ¿El destino la llamaba?
Cuando ya se retiraban caminando por
entre las tumbas creyó ver a lo lejos la figura de alguien conocido que venía
en sentido contrario. No recordaba que lo hubiera visto durante todo el
entierro. Pensó que hasta ya lo estaba alucinando por lo que se limpió sus ojos
y se limitó a caminar observando el suelo.
—¡Buenos días, señorita Xassena!
Escuchó ella una voz tan suave
dirigiéndose a ella. Le pareció como una melodía preciosa a su oído.
Levantó lentamente su rostro hasta que
lo tuvo frente a frente. No dijo nada. Se quedó como autómata. De pronto había
enmudecido y no podía salir palabra alguna de su boca. Estaba emocionada ¡a él
no se le había olvidado su nombre! No podía creerlo.
—No
me va a contestar.
Insistió
él con el mismo tono de voz.
—Buenos días, y disculpe mi torpeza es
que no me encuentro muy bien.
—¿Podría una señorita como usted
acompañarme hacia donde me dirijo?
Le
pidió él amablemente.
Ella
asintió.
—¿Puedes
adelantarte, tía? —preguntó y agregó en tono más bajo—. Es más no me esperes
vete de una vez para la casa.
A
su tía le había encantado la idea, ya que sería la primera vez que no se iría
directamente a su encierro. Solo se limitó a asentir con su cabeza esbozando
una sonrisa.
Cuando
caminaban hacia su destino, él le contaría que había tenido que marcharse a
checar por un tiempo la empresa que tenían en la ciudad de México por razones
de que se había tambaleado. Habían tenido varios problemas con ella.
Pero la realidad era otra. Él había
huído de ella. Se había enamorado a primera vista, tal y como le había sucedido
a ella. Él se resistía a ese sentimiento y por eso se marchó para poder
olvidarla, cosa que no había logrado superar y ahora regresaba dispuesto a
conquistarla.
Después de un rato caminar, se
detuvieron enfrente de una cripta, era la cripta familiar.
—Venía a visitar a mis padres
—mencionó—, pero ahora lo mejor sería hacer otra cosa, ¿no lo cree usted? ¿Me
aceptaría un café? La visita lo dejaré para otro día.
Ella aceptó encantada.
Esa había sido su primera cita. Xassena
empezaba a vivir un ensueño del que no quería despertar.
Cuando llegó a su casa, ya tarde, era
otra. La vida le había vuelto a su cuerpo. Sus ojos chispeaban alegría. Los
poros de todo su cuerpo igual parecían que emitían pequeñas partículas de luz y
radiaban todo su cuerpo.
Ya nada podía empañar su felicidad. Todo
empezaba a marchar perfectamente. Bien decían que después de la tempestad,
vuelve la calma.
Sola en su cuarto y reflexionando sobre
eso. De pronto cayó en cuenta de algo. No entendía por qué razón situaciones
extrañas lograban juntarlos. Primero en la fiesta post mortem de su difunta, y
ahora, en el cementerio en el entierro de una desconocida. ¿Significaría algo
eso?
No debería hacer caso de eso, se dijo a
sí misma. De ahora en adelante todo sería felicidad, estaba segura de ello. Por
fin el amor había llegado a su vida.
Nunca pensó que un huracán pasaba sobre
su vida. Y el ojo pegó directamente. Ya había pasado la primera fuerza
devastadora haciéndola sufrir. Justo en ese día empezaba el ojo de la calma,
pero después volverían los fuentes vientos; la pregunta era ¿podría soportarlos
otra vez? ¿Qué tan fuerte sería la embestida que le darían?
No se imaginaba lo cuán desagradable era
lo que se le avecinaba sobre su vida, de haberlo sabido hubiera huido ella
también o habría disfrutado al máximo de esos día donde todo sería miel sobre
ojuelas.
¿Se le había arreglado el problema de su
vida? No lo sabía. ¿Le pintaría a ella mejor la vida amorosa en un futuro?
Tampoco lo sabía. Existía una remota posibilidad con el hombre de sus sueños,
ahora lo tenía a su lado. Todo era cuestión de sentarse debajo de una palmera
con aquellos lentes oscuros y esperar el rumbo de los acontecimientos. Podría
también encerrarse en su concha y echar a volar su imaginación de lo especial
que pudo haber sido todo para ella, y un día caer en cuenta que el tiempo no
pasó de balde y ver las arrugas surcar su rostro. Definitivamente no quería eso
para ella. Si una vez lo había hecho ahora la suerte le sonreía.
Así que dejó a un lado sus ideas y
disfrutó esos dos meses en los que estuvo saliendo con él.
Hasta que una noche con la luz brillante
de la luna llena como testigo Xassena ahora se encontraba con Josarian sentada
en una mesa de un lujoso restaurante esperando algo especial que él le diría.
Había pasado solamente un poco más de la mitad de un año, sin embargo se notaba
que amaba a la que sería su nueva esposa.
Tal como lo pensó, Josarian le ofreció
el anillo de compromiso matrimonial a lo cual aceptó gustosa.
—Casémonos
—Claro que si, aceptó.
Días después aparecía la noticia de la
boda en las páginas de sociales del diario más importante de la ciudad, el
mismo de aquella vez; pero ahora en lugar de Ferenielle, estaba ella al lado
del hombre, el cual, alguna vez pensó nunca sería suyo, celebró Xassena.
—Te juro que haré que Josarian olvide a
su difunta esposa.
Había asegurado Xassena a su amiga
Nancy, estaba segura que él la amaba y no se equivocaba. Pero no se imaginaba
cuán amarga podría ser la copa que tenía que tomar antes de que lográse su
acometido si es que lo lograba. Todavía estaba por verse.
Muchas veces había oído de boca de
Ángela que desaprobaba esa relación con ese hombre, ya que este era viudo,
Nancy se encargó de contárselo todo.
Lo que ella no sabía era que la
desaprobación era por la experiencia propia que ella había vivido. Su ex esposo
intentó matarla, pero no lo había logrado. Lo denunció ante las autoridades,
pero alcanzó a huir, y no había vuelto a saber de él. Eso había pasado escasos
dos meses antes de que su sobrina llegara a vivir con ella.
A pesar de todo Xassena se casaría con
Josarian. Pero antes habló muy seriamente con ella.
—En la casa está el cofre de las cenizas
de Ferenielle. Le prometí jamás moverlas de ahí, así como su pintura.
Le dejó bien en claro.
A Xassena no le importó nada solo
deseaba casarse con él. Nancy, su amiga, no pensaba lo mismo.
—No deberías aceptar las cenizas de la
otra en la casa. He oído de una superstición que es de mala suerte en el nuevo
matrimonio.
La advertencia fue en balde; su amiga
estaba enamorada.
La boda se llevó a cabo de lo más
normal. Los padres de Xassena estuvieron presentes en su boda, jamás se
opusieron a la unión. Habían llegado dos días antes en avión. Él padre era
blanco, alto y delgado y ya se le veía unas canas que sobresalían sobre su
cabello débilmente negro. Su bigote estaba igual. En cuanto a su madre, ella
estaba de buen ver todavía, tenía su cabellera negra corta en capas, sin
ninguna cana, o tal vez las teñiría con algún tinte, que le llegaba sobre sus
hombros, era de la misma estatura de su hija, pero con unos kilitos más sobre su
figura.
También vendría su hermana, una típica teenager, que no dejaba para nada el
chicle. Su pelo era largo, rubio pálido y liso.
Únicamente cuando salían felices después
de su unión ante Dios, pasó un detalle que llamó la atención de todos. Y no fue
precisamente por su tan sencillo vestido de novia con tan pocos detalles, sino
que fue el atropellamiento de un hombre en la calle en frente de la iglesia, el
cual murió.
Xassena escuchó que dos mujeres
murmuraban.
—¡Dios mío! ¿Se cumplirá la
superstición?
—¿Cuál, amiga? ¿De qué superstición
hablas?
—Esa, de que si en el instante en que
los novios van saliendo de la iglesia, en ese preciso momento alguien muere
justo enfrente de su salida; alguno de los dos morirá pronto, no cabe duda.
—Ni lo digas. ¡Ojala y no sea cierto!
Xassena disimuló que no había escuchado la conversación. Pero en
realidad estaba siendo presa del nerviosismo. Un escalofrío mezclado con miedo
le había empezado a recorrer por todo su cuerpo. Sonreía a todos los invitados:
conocidos, no tan conocidos y no conocidos; sin embargo en su mente se
formulaba una serie de preguntas sin respuestas. ¿Si fuera verdad lo que
hablaban esas dos mujeres, que alguno de los 2 muriera pronto? ¿Sería ella?
¿Sería él? No quería que ninguno de los dos fuera. Lo que más se repetía en su
mente era la voz de esa mujer diciendo: «Alguno
de los dos morirá pronto».
¿Desde ese instante empezaría la mala
suerte de la sombra de las cenizas a causa de la superstición?
La recepeción había sido muy sencilla
también con muy pocos invitados. Se había llevado acabo en uno de los ranchos
de él a las fueras de la ciudad.
Por compromisos de Josarian no pudieron
irse de luna de miel, eso sería después.
Xassena se llevó tremenda sorpresa
cuando su esposo en lugar de llevarla a su casa se la llevaba para un
condominio que era de su propiedad.
—No estoy seguro de si quieras entrar en
aquella casa —dijo Josarian.
—¿Y por qué no? ¿Qué tiene de malo?
—contestó Xassena extrañada.
—¿No te importa que haya vivido ahí mi…
otra pareja? —Hizo la inevitable pregunta.
—No, para nada —contestó. Lo que si notó
fue cuando dijo “pareja” y no “esposa”.
—Voy a darme un baño, estoy muerto, en
un momento regreso.
Xassena empezó a husmear por el
departamento. Se veía que permanecía parcialmente limpio. Como que había estado
habitado todos esos últimos meses y aunque intentaron limpiar toda huella, se
notó que hubo presencia humana por algunos detalles minúsculos que vio. Xassena
nunca se había enterado si Josarian siguió viviendo en la casa después de la
insólita fiesta o se había mudado a ahí huyendo de sus recuerdos.
Ella se preguntaba si, su ahora marido,
habría sabido algo después de aquella asustadiza alemana. ¿Y si fuera mejor
quedarse en ese lugar y pedirle que vendiera la residencia?
Aún le quedaban muchas dudas sobre lo
que “la de la voz melosita” había
pasado en sus 15 minutos de terror. ¿Cómo saberlo? ¿Dónde podría localizarle y
preguntárselo?
No creía que Josarian se sentara y se
prestara a contarle lo que él creyere lo que posiblemente vio. Mucho menos
contarle todo si él lo supiera, claro.
Abrió la puerta y se asomó al cuarto y
pudo escuchar el agua caer de la ducha de Josarian.
Regresó a la sala y se dirigía al baño
para inspeccionarlo, pero se le vino a la mente la historia de Nancy y retrocedió.
Esperaría mejor cuando estuviese acompañada.
Se acercó mejor al estante que contenía
unos libros y tomó uno al azar. Leyó el título: “Secretos del mundo”, pensó que sonaba interesante. Con el libro en
la mano se dirigió al confortable sofá y se acostó en él. Hojeó poco el libro,
pero inmediatamente se sentó en la orilla por el descanso derecho.
Dejó de lado el libro y empezó a chulear
el anillo de compromiso que le diera Josarian. ¿Sería parecido al que le diera
a Ferenielle? ¿Sería mejor el de la otra mujer o el de ella?
Se lo quitó y lo veía juguetona. Empezó
un juego con él que en aquel instante acaba de inventar. De ponérselo en medio
de los dedos juntos por la punta de ambas manos. Sin querer el anillo huyó de
sus dedos y cayó en un cesto de basura que se encontraba cerca de ella. Se
agachó presurosa a recogerlo de ahí. No quería que su cónyuge pensara que lo
había tirado a la basura con toda intención. Sonrió cuando lo encontró y lo
sacó colocándoselo nuevamente en el dedo indicado. Alcanzó a ver un post it en el interior del recipiente,
que tenía escrito algo, llamó poderosamente su atención pues reconoció de
inmediato la letra. Era una nota y sabía que había sido escrito por Josarian.
Rápidamente lo tomó extrayéndolo de ahí y empezó a leerlo:
Debemos
tener más cuidado. Ferenielle empieza a sospechar que la engaño.
No daba crédito a lo que leía, esa nota
escrita dirigida a ¿una mujer? ¿Ferenielle descubrió que la engañaba? ¿Quizás
eso había sido la causa del paro cardíaco de Ferenielle? ¿Y si se había
suicidado por no soportar que la engañase? ¿Había usado ese departamento para
meter a su amante y ahora la llevaba a ella que era su esposa? ¿Qué más
escondería ese hombre? ¿Qué otros secretos tendría?
No podía creer que en su propia noche de
bodas se diera cuenta de eso. Era el destino quizás, caprichoso, quien se había
cerciorado de que esa nota hubiera librado todo tipo de peligro de que fuese
tirada esperando a ser recogida por ella.
Escuchó el ruido de la puerta cuando
Josarian regresaba. Presurosa guardó aquéllo entre el libro que leía y lo dejó
a un lado. Un tanto nerviosa le sonrió.
—¿Qué tienes? Te veo algo nerviosa
—Preguntó Josarian al momento que se daba cuenta del estado emocional de ella.
Era una de las debilidades que ella tenía el no poder disimular.
—Nada. Dime, ¿Quién no estuvo nerviosa o
nervioso en su noche de bodas? —Dijo Xassena a la vez que mostró una sonrisa
forzada.
—Tienes razón. Ven, vámonos al cuarto
—dijo Josarian encaminándose hacia allá seguido de Xassena, quien aprovechó
para poner el libro en su lugar.
No había vacaciones para el nuevo
esposo, si tenía que presentarse a trabajar, no podía darse el lujo de faltar
en esos días.
En cuanto a Xassena, si estaría libre,
en su trabajo le dieron una semana de descanso. Que aprovecharía para realizar
algunas diligencias. Una de ellas la haría aquella mañana, Josarian se había
marchado ya cuando ella se levantó. Tomó el teléfono y pidió un taxi para que
la llevara a ese lugar que iría. Se puso solo unos pants encima y agarró su
pelo en un chongo sencillo. Tomó uno de sus lapiceros y sacó una hoja donde
escribió una nota para Josarian en caso de que regresara antes que ella.
Escribió:
Salí
a correr media hora. No tardo. Xassena.
Se rio ella misma de la nota, jamás en
su vida había salido a correr y ahora decía que lo haría. Aunque era bueno para
la salud, no lo hacía por seguridad. Tenía miedo andar por ahí sola expuesta a
los peligros de la gran ciudad.
Al salir,
el taxi ya aguardaba por ella en la entrada del edificio. Le dio la dirección
de su destino y el taxi arrancó. En el trayecto se le vinieron muchas imágenes
de su vida por su cabeza. No se dio cuenta del tiempo, hasta que el taxista le
avisaba que habían llegado a su destino. Le pidió que esperara por ella pues no
duraría mucho en aquel lugar.
Caminó algunos pasos y se encontró en el
portón de la casa de Josarian. Con sus manos se agarró a él y recorrió la vista
por todo el exterior de esta. Lucía espléndido a esa hora del día. El hermoso
jardín lleno de diferentes flores. El camino empedrado y la fuente en medio de
todo eso. Todo era tan hermoso, pero contrastaba con lo solo que se encontraba
aquéllo.
Sin esperar que fuera abrirse tiró de la
puerta del portón, solo pensaba si tan solo estuviera abierto. Para su buena suerte
o quizás lo contrario, la puerta se abrió y le dio paso a aquel paradójico
lugar. Entró volteando titubeante para todos lados. Admiraba el hermoso jardín,
pero a la vez temía ser vista desde alguna de las ventanas de la casa, pero no
fue así.
De igual manera volteaba de vez en
cuando hacia el portón por si alguien viniera llegando.
Le dio la vuelta a la fuente y camino
hasta llegar al pie de los grandes escalones que daban a la puerta de la casa,
los cuales subió hasta quedar en la gran puerta de la entrada. Quiso abrirla
esperando tener la misma suerte que con la puerta del portón, pero esta vez no
tuvo éxito: la puerta estaba cerrada.
Se limitó a caminar por afuera de la
casa y se asomó por algunas ventanas, por lo cual vio que en el interior estaba
a media luz.
Rodeó la casa hasta llegar a la parte de
atrás. Se detuvo a admirar la hermosa vista. Era igualmente perfecto y hermoso
que lo que vio por enfrente, valía la pena ser visto.
Había un jardín más grande y una gran
alberca. El jardín contaba con un comedor especial para estar en él. Le
invitaba que fuera para que se sentara; gracias, pero no, tengo prisa, dijo y
se rio ella misma de sus ideas.
Siguió caminando hasta llegar a la misma
puerta por donde entró Ferenielle la noche que Josarian la sorprendió llegando
más temprano. Hizo el intento de abrirla y esta vez si tuvo éxito. La puerta se
abrió dándole entrada a la casa. Con sigilo penetró con el alma en un hilo, de
un momento a otro podría ser descubierta y qué podía decir. Pero algo que no
sabía exactamente qué la empujaba, quería llegar hasta el final.
La casa estaba a media luz como ya había
visto por las ventanas. Todo se veía sombrío por predominar más la oscuridad
que la luz.
Caminó hasta llegar al muro, que había
sido testigo mudo de aquel día. Se paró justo donde se encontraba acompañada
por Nancy el día de la por demás rara fiesta. Giró 90° y tuvo a la vista todo
el gran salón. Inmediatamente pareció que aún siguiera la celebración de la
fiesta de miedo y ella era una invitada más que apenas había arribado para
participar.
Recordó con lujo de detalle todos los
acontecimientos de aquella noche, vio por unos minutos hacia el lugar exacto
donde se proyectó el video y pudo oír claramente las palabras que pronunció
Ferenielle; luego, dirigió su mirada hacia lo alto de la escalera, su mente
dibujó ahí la imagen de la chica bajando e inclusive movió su cabeza siguiendo
la trayectoria de la alemana cuando pasó a su lado.
Un ruido proveniente de arriba y que no
había sido parte de aquel día hizo que alzara su vista hacia allá. Ese ruido
había sido hecho en el presente, no era parte del recuerdo.
Se encaminó y subió 3 escalones decidida
a subir. Justo en el tercer escalón se le vino a la mente el recuerdo del
magnífico cuadro de Ferenielle. Regresó en sus pasos y se dirigió hasta el
lugar donde se encontraba aquel tétrico retrato. Observó por unos instantes el
cofre con las cenizas. Xassena pensó que a eso seríamos reducidos todos, a
simple polvo.
Contemplaba ahora el cuadro de Ferenielle
y se le afiguró que esta le sonreía macabramente.
Retrocedió rápidamente aterrada, pero
logró calmarse evitando emitir un grito. Se tapó la boca. Se asustó nuevamente
al escuchar un ruido ahora que provenía de afuera. Corrió hacia una de las
ventanas y comprobó que alguien había entrado al patio.
Xassena desesperada buscó inmediatamente
donde esconderse. El mejor lugar que encontró fue detrás de los sillones de la
sala. Eran dos sillones que hacían esquina, y por la rendija de aquel hueco vio
a Josarian entrar y subir las escaleras con un paquete. Ella estaba realmente
asustada ¿qué haría Josarian si llegara a verla ahí?
Cuando él desapareció en el lado sur
hacia los cuartos, Xassena aprovechó para salir corriendo con todas sus
fuerzas. El aire hizo que la puerta principal hiciera un ruido. Ella no se
detuvo siguió corriendo hasta que salió por el portón y pudo esconderse con la
barda.
Josarian había bajado al oír el ruido de
la puerta y buscaba indicios.
—¿Quién anda ahí? —gritó Josarian, pero
nadie respondió a su pregunta. Solo se escuchó el ruido de una ráfaga de
viento. Estaba parado en la puerta principal y la observaba. Llegó a la
conclusión de que tal vez la había cerrado mal y el aire se había encargado de
hacerlo.
Mientras, Xassena siguió corriendo hasta
llegar con el corazón palpitante y jadeante hasta donde se encontraba el taxi y
pidió que se fueran inmediatamente de ahí.
—¿Qué le pasa señorita? ¿Se siente bien?
—preguntó preocupado el señor del taxi.
—Si. Estoy bien. Solo, vámonos ya de
aquí, por favor —dijo Xassena mientras recorría sus manos por su cara sudorosa
por la corrida. El señor del taxi encendió el motor y arrancó. Ella notó que en
silencio el taxista la veía extrañado por el retrovisor, pero no dijo nada solo
se limitó a manejar.
Un día de tantos que salieron a cenar
Xassena y Josarian, Malaou se los encontró y se alegró al ver que su amigo era
feliz ahora con su secretaria. Esta a su vez, cuando estuvieron a solas, pues
Josarian se retiró un momento al baño, le preguntó cuando se casaría él. Malaou
se puso triste y esta vez le contó todo respecto a su vida sentimental: su
novia se murió una hora antes de casarse con él dejándole el corazón
desgarrado.
Ante esto, Xassena no supo que decir no
espero esa confesión por parte de su jefe. Esperó oír cualquier tipo de
respuesta menos esa triste historia. Nunca se había imaginado que a alguien le
falleciera su pareja justo una hora antes de que unieran sus vidas con el
enlace matrimonial. Nunca había oído tal cosa. Si se lo hubiera contado
cualquier otra persona lo pondría en duda, pero no del licenciado Malaou.
Pensó en lo triste que hubiera sido si a
ella le hubiera pasado lo mismo con Josarian. No se lo podría siquiera ni
imaginar. Era ahora lo más triste que había oído en su vida.
No obstante Josarian siguió asistiendo
al lugar que Ferenielle prefería y recordaba su tierna sonrisa. Lo mismo le
había pasado cuando había querido estar con Xassena, cuando habían querido
hacer el amor la imagen de Ferenielle lo bloqueaba y no lo permitió. Se limitó
a decir que se sentía mal, pero no le comentó el por qué. No podía decírselo.
Josarian empezó a confundirse, los sentimientos que
sentía por la fallecida amenazaban con regresar con tal intensidad. Había
empezado a dudar si hizo bien en haber contraído nupcias con Xassena. Rondaba
en su mente ahora que debió esperarse un poco más, no quería dañarla con su
inseguridad. En verdad deseaba una relación sólida con ella, pero había
empezado a creer que estaban muy lejos de lograrlo.
Tiró una piedra al agua desde el puente donde se
encontraba solo, recordando a Ferenielle. La piedra cuando cayó al agua hizo
que algunos pájaros asustados emprendieran el vuelo.
El cielo estaba completamente gris, tal y como sentía su
alma en esos momentos. Temía haberle fallado a Xassena y de verdad la
amaba.
¿Debía hablarle con la verdad a su esposa? ¿La sinceridad
aliviaría en algo la culpa que sentía por ello?
Alguien dijo que la unión hacía la fuerza. Algún otro
dijo también que los problemas de pareja entre los dos se arreglarían mejor.
Otro más dijo que el trabajo en equipo aminoraba la carga y se hacía en menor
tiempo. Si era así, entonces él debería hablar con su esposa y pedirle que le
ayudara a salir del pozo en el cual estaba.
Josarian descartó la idea en poner todo en manos de un
psicólogo. Él siempre había dicho que estos nada más le daban vueltas al
asunto, pero jamás supo que ayudaran en mucho.
En el departamento de Ángela volvían nuevamente las
tardeadas como solían hacerlo. Xassena llegó de improviso con unas películas y
palomitas. Nancy de inmediato se ofreció a prepararlas en el microondas.
Hablaban sobre las sinopsis de las mismas cuando alguien
llamó a la puerta. Nancy se apresuró a abrir y las tres se quedaron mudas
cuando la persona que había llamado entró: Era Nelly, la hermana de Xassena.
—He
venido a vivir con ustedes —dijo.
Las 3
mujeres voltearon a verse entre sí. Pero sobretodo Xassena hacia su tía Ángela,
pues sabía perfectamente que no la soportaba por su carácter. Siempre había
dicho que Nelly era muy chocante.
La
razón de su decisión que tomó de venirse también a vivir con su tía Ángela fue
porque desde que vino a la boda de Xassena y conoció a un chico, que vivía con
el novio de Nancy, jamás dejó de pensar en él. Se volvió una obsesión para
ella. Venía dispuesta a conquistarlo y hacer que olvidara a la otra.
Nelly era rubia también al igual que la novia del
muchacho. La diferencia era que su cabello era mucho más corto, hasta arriba de
los hombros y lacio. Con el fleco en la frente. Vestía provocativamente con una
diminuta blusa que solo le tapaba los pechos. Traía además un pequeño saco,
pero abierto, que hacía juego con sus jeans y su pulsera, siendo los tres de
color rojo.
Nelly, como si fuera dueña del departamento, pasó con la
única maleta que traía y se instaló a sus anchas.
Xassena no dejaba de mirar a su tía, sabía de antemano
que eso le molestaba.
—Tú
decide tía. Yo no diré nada —dijo en voz baja para no ser escuchada por su
hermana. Esta ya regresaba para unírseles a la tardeada. Se sentó a un lado de
su hermana.
—¡Hay
mira, tienen palomitas! ¿Trajiste movies?
¿Cuáles son? Déjame ver. ¡Se ven interesantes! Hey, Nancy, luego me invitas
cuando vayas con tu novio —siguió hablando y hablando nunca le paraba su boca.
Josarian
se había decidido ir a buscar a su amigo Ethan a su casa para contarle todo. Ya
se encontraba con él en su departamento. Le ofreció un trago y Josarian lo
aceptó de inmediato. Necesitaba algo que le ayudara a decir lo que iba decidido
a contarle.
—¿Qué
te trae por acá? —dijo el licenciado dándole la copa de coñac. Josarian antes
de decir nada le daba un gran trago que casi se acabó el contenido de la copa.
—¿Qué
te pasa? Te veo nervioso —dijo sirviéndole otro poco más de aquel líquido.
—No,
no puedo olvidar a Ferenielle, veo en Xassena a mi anterior esposa —dijo de
tajo.
—¡Te
lo advierto, Josarian! No lastimes a Xassena. Podrías arrepentirte toda tu
vida.
—Lo
sé. No debí decírtelo, pero tenía que hacerlo. Necesitaba decírselo a alguien.
Ya no podía soportarlo dentro de mí. Tenía que sacarlo.
—Dijo
con desesperación Josarian y prosiguió—. Mejor me voy, hablaré después contigo
con más calma.
En el
departamento de Ángela se habían quedado solamente Xassena y Nancy. Ángela se
había llevado a Nelly a adquirir más despensa. Xassena sabía que esa sería la
estrategia de su tía para hacer que su hermana huyera de ahí lo más pronto posible. Sabían que a Nelly no
le gustaba nada ir a comprar cosas para la cocina.
Ocasión
que aprovechó Xassena para contarle lo que había hecho hace unos días. Nancy no
salía de su asombro. No lo podía creer. Pero su asombro era más porque no
sabían que se habían ido a vivir a un departamento y no a la casa de Josarian.
—¡¿Te
atreviste a entrar a esa casa sola?!
Nancy
mostraba todo el porcentaje que se podía y un poco más quizá, de sorpresa en su
rostro.
—Si,
estuve parada exactamente en el mismo lugar que estábamos las dos cuando pasó
lo de la alemana. “La melosita”, ¿te
acuerdas?
—¡Qué
pregunta! ¿Cómo no me voy a acordar? ¿Quién no podría acordarse de ese extraño
acontecimiento? Eso no pasa en todas las fiestas.
En los
ojos de Nancy se veía suspenso.
—Oí
ruido y estuve a punto de subir a verificar el motivo de ese ruido.
El
suspenso aumentó con eso que dijo.
—¿Y?
—dijo Nancy ansiosa, pues deseaba develar el misterio que desató esa fiesta
única.
—Nada.
Llegó Josarian y ya no pude.
Suspiró
Xassena. Rompiendo con el misterio del relato de tajo.
—O sea
que seguiremos igual como hasta ahora sin saber nada —se desilusionó Nancy—.
Será un misterio sin resolver.
—Quizás
sea mejor así, puede ser que no nos guste lo que descubramos ¿No crees, Nancy?
—Si tú
lo dices —dijo e hizo una mueca con sus hermosas facciones.
Ambas estuvieron de acuerdo en que sería lo mejor,
no saber lo que pasó en esa: ¡inusual fiesta de cumpleaños!
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