Capítulo 1
Inusual Fiesta de Cumpleaños
¡Cuidado con dejar que la superstición
rija tu vida! Eso era lo que Xassena siempre decía cuando aconsejaba que no
creyeran en esas cosas; pero nunca imaginó que su vida, en alguna parte del
camino, se encauzaría en torno a ella, dejando honda huella sobre su alma.
Ella bajaba tranquilamente del carro,
que era un Mazda Laputa rojo y de modelo reciente, en que llegaba. Pero cuando puso
su pie por primera vez en el suelo empedrado de aquella casa en ese preciso instante,
lo recuerda bien, un trueno estremecía al oscuro ambiente. No supo si fue el
contacto con el piso o el fenómeno de la naturaleza lo que le provocaba la
sensación de que una descarga eléctrica la invadía por completo, como si la
centella hubiere caído sobre ella. Aunque no era verdad, lo había sentido de
tal forma como si lo fuera sido. No pudo evitar que su bello rostro
palideciera, volviéndose más blanco de lo que era; casi como la nieve fue
emblanquecido. Un relámpago que dibujaba un tajo de luz en el ennegrecido cielo
aportó también, por una fracción de segundo, algo de blanquéz a su cara debido a
la luminosidad que emitió.
Esa noche era la del tercer sábado del
mes de octubre del año pasado. Para algunos, eso sería como un presagio por
tratarse precisamente de ese mes, pero para ella, que no era muy dada a esas
cosas, no lo pensaba así. No se explicaba por qué sin más el miedo la envolvió.
Ese sentimiento nunca antes se había presentado en ella; al menos no en esa
forma, sin saber por qué. Era la segunda vez en esa misma semana.
No lo entendía porque en esos momentos
llegaba a una fiesta de cumpleaños. No obstante que no era muy dada a éstas, se suponía que debería de
llegar alegre, emocionada. Pero era todo lo contrario.
De manera insospechada asociaba ese
evento con su futuro. Una idea descabellada, pensó. Tiempo más adelante sabría
que no estaba equivocada del todo y que esa fiesta era el punto de partida, y
desearía no haber ido nunca.
Aunado a todo lo que estaba sintiendo,
se sentía también apenada. La misma persona a la que ahora acompañaba a la
celebración, y que caballerosamente le había abierto la puerta para que ella
bajara, tres días antes le pidió también su compañía, pero a un sepelio. Esa
persona era su jefe, el licenciado Ethan Malaou. En un principio quedaron en
que ambos asistirían, pero al final de cuentas le había fallado por cuestiones
de que ya contaba con varias inasistencias
a la universidad. Le preocupaba que él pensara que por la diversión
ahora si le hiciera el favor de acompañarle.
El hombre ahora abría la puerta
trasera del lado del copiloto para que bajara el tercer acompañante. Por encima
de la puerta podía verse su pelo entre rubio y café; más rizado que ondulado. Xassena,
entretanto, luchaba por no contraer sus pómulos para que no fuera evidente lo
que sentía. Desvió su atención a la hermosa fuente que estaba en el centro del
espacioso patio. Lo que hizo que olvidara por unos instantes las ideas que abrumaban
su mente.
Una amiga de Xassena era la que les
acompañaba, su nombre era Nancy Rubio. La había invitado porque estaba segura
que habría muchos conocidos de su jefe, y en un momento dado, se lo llevarían por
algunos espacios de tiempo. No se imaginaba sola entre todos esos invitados y
sin conocer a nadie. La tomaría como su tabla de salvación para esos momentos.
Pese a que el patio estaba atestado de
coches por doquier habían encontrado un huequito justo enfrente del lado
derecho de la entrada principal de la casona. Tal vez estaban de suerte.
Los invitados seguían llegando. Unos
optaban por estacionarse afuera; otros, decidían aventurarse a entrar para
buscar algún lugar como lo habían echo ellos.
La hermosa residencia se alzaba
majestuosa a solo unos metros de donde ellos se encontraban. Era grande y pintada
de color amarillo con puertas y ventanas en color blanco. Enfrente de ella muy
cerca, tenía varios árboles de delgados troncos. En la parte alta todas las
ventanas lucían a oscuras. En el piso inferior gran parte de él, donde estaba
la fiesta, las luces destellaban débilmente por las ventanas. Hasta donde
estaban se alcanzaba a escuchar la orquesta tocando música clásica.
Cuando estuvieron los tres juntos
volvieron su mirada hacia su destino regresando con ello los temores a Xassena.
—Las 8:00 en punto. Buena hora. ¿Qué
esperamos, vayamos? —dijo Ethan checando su reloj.
Caminaron a un lado del seto de buxus
que delimitaba el área entre el césped y el piso empedrado, dirigiéndose a los
largos escalones en color café que los conducirían hasta la puerta principal.
Mientras lo hacían, observaban la infinidad de coches que ya se encontraban
estacionados.
—Seguro ya habrá muchos invitados
disfrutando de la fiesta —comentó Nancy en alusión a lo que veía.
Nadie le contestó.
En Xassena iba en aumento el miedo que
la había invadido desde el primer instante. Seguía ignorando por qué. Ella no
era muy dada a la superstición. ¿Qué problema se le podría avecinar con el
simple hecho de asistir a ese festejo que no tenía nada de particular?
Ni siquiera conocía a nadie.
Xassena frunció el ceño, molesta. No
soportaba en lo absoluto por lo que estaba pasando. ¿Qué le estaba sucediendo?
Se estaba dejando llevar por sus ideas. Posó su mano derecha en su frente
ancha, quedando solo a la vista sus delgadas, finas y delineadas cejas.
Cuando justo llegaron a la puerta de
la casa, Xassena sentía ya escalofrío, temor, miedo y un terrible
presentimiento que ya le era imposible ignorar. Cosa que no pasó desapercibida
por su amiga y fue entonces que la contagió de ello.
Y cuando la puerta se abrió.
—¡Entremos, ya! —dijo el licenciado
cuando vio que las dos chicas seguían paradas en la entrada. Ambas lo voltearon
a ver y le sonrieron con nerviosismo. Los ojos grandes y claros de él se
abrieron tratando de transmitirles su alegría y su piel blanca se iluminó por
completo.
—Entremos —Le susurró Nancy al oído a su
amiga para no ser escuchada por Malaou.
—¡No, quiero! Deseo irme de aquí.
Sentí un miedo que no puedo describir —dijo quedito.
—¡No empieces, Xassena! No le hagas
esto al licenciado. Ya viene —murmuró Nancy.
El hombre las tomó a ambas del brazo y
entraron a la fiesta.
¡Y ahí estaba, fue lo primero que
vieron al entrar! Se encontraba justo hasta el fondo del gran salón y rodeado
de mucho lujo. Era un enorme retrato de una mujer. Podía verse desde la entrada
porque el lugar por lo regular tenía las enormes puertas blancas abiertas de
par en par y más ese día que había fiesta.
El que las guiaba apuntó discretamente
hacia él.
—La del cuadro… es la festejada —dijo
en tono de misterio.
Pudieron verlo perfectamente aunque el
vestíbulo, que era grande, contaba con escasa iluminación, pero soberbiamente
decorado, el linóleo del suelo era en su mayoría cubierto por un estupendo
tapete, las paredes pintadas de color amarillo y con vistas blancas. Los ojos
de la desconocida, perfectamente trazada en la exquisita pintura, parecieron
que las miraba con recelo, en especial a Xassena. Así lo sintió ella e
inmediatamente pensó que esa era la razón de su temor al llegar y empezó a
sentir un escalofrío que le empezó a recorrer su cuerpo poco a poco. Ella la
miraba y sentía que no la dejaba de retar. Desde una y otra perspectiva ninguna
de las dos quería ceder. Creyó haberlo vivido antes, le resultaba muy familiar.
No se habló más al respecto porque la
llegada del anfitrión desvió la atención de ambas chicas de aquel cuadro que no
alcanzaron a ver a sus anchas. Evitando con ello un bombardeo de preguntas
alusivas a la, según, feliz cumpleañera.
Xassena quedó impactada al reconocer
al hombre de sus sueños, pues supo inmediatamente que se trataba del mismo que
apareció en una nota de sociedad donde hablaba acerca de uno de los más grandes
festejos de cumpleaños que se realizarían en toda la ciudad, la cual había
leído hacía una semana en sociales de un períodico local. En ella, aparecía él
al lado de la fémina de la gran pintura. El ánimo se le vino abajo cuando
recordó el encabezado de la nota en letra grande y en negrita: “Ofrece el
Licenciado Orbacam gran fiesta en honor a esposa”, ya que se había enamorado
como una colegiala en cuanto lo vio en la fotografía que ilustraba el artículo.
—Déjame presentarte, Josarian. Ella es
Xassena, mi secretaria —dijo Ethan apuntando hacia donde se encontraba su primer
acompañante.
Él la saludó por puro compromiso,
mientras la presentada no salía de su asombro que no podía disimular. A pesar
de que ella era alta pues medía 1.75 m, tuvo que levantar un poco su alargado
rostro para verlo porque el medía 1.77 m. Josarian la vio por unos instantes, momento
en el cual contrajo el frontal que elevó sus pobladas cejas en señal del enigma
que le provocaba la actitud de ella. La acción no le formó arrugas en la frente
como les ocurre a otros. Casi enseguida se recuperó de su turbación para después
ignorarla por completo.
La felicidad seguía emanando de sus
ojos a raudales y la delataba a millones de kilómetros. Estaba extasiada, tenía
por fin frente a ella al único hombre que había sido capaz de despertarle el
sentimiento de amor adormecido por mucho tiempo, y que nunca antes ninguno de
sus pretendientes y no pretendientes lo logró, llegó a pensar que nunca le conocería
en persona. Escudriñaba cada centímetro de su rostro. Aduló el rectángulo
perfecto que formaba su nariz que no era ni tan fina ni tan gruesa estaba en un
tamaño exacto. No recordaba haber visto unos labios tan carnosos como los de él
que la invitaban a hacer besados.
No sabía como actuar, tanto había
deseado aquello y ahora no decía nada. Estaba viviendo un sueño. Un sueño del
que no quería despertar.
—Est..e, si, mucho gusto —tartamudeó.
Se sonrojó por eso.
La realidad volvió cuando el
intermediario presentó ahora a Nancy. Había pasado solo unos segundos, pero
para Xassena era como un día entero.
—¡Bienvenidos! ¡Qué se diviertan! ¿Me
disculpas, Ethan? Voy con los señores Arizmendi —dijo con tono cortante,
Josarian, y se retiró casi enseguida con gran porte al caminar. Parecía que sus
pasos hubieren sido previamente planeados y precisados. Vamos tenía elegancia.
Xassena no le despegaba la vista y él
lo volvió a notar. Volteó por un levísimo momento con sus ojos almendrados tono
a miel rodeados por sus pestañas largas y rizadas al natural. La acción de ella
seguía desconcertándole y cuando esto pasaba tendía a pasar su mano derecha
sobre su pelo negro y ondulado con corte y peinado normal. Ella desvió la vista
por un momento y su larga cabellera oscura, gruesa y ondulada, salió en su
auxilio ocultándole su cara de la mirada de él, solo uno de sus prominentes pómulos,
el derecho, y su nariz fina quedaron un poco al descubierto; luego, el azul
profundo de sus ojos expresivos volvieron a verlo. Él ya no la veía. Ella lo
observaba, deseaba saber su sentir.
A pesar de lo fugaz que fue el
vistazo, había podido distinguir ahora en ellos un tenue brillo de tristeza.
Cuando los tuvo tan cerca no logró notarlo por el nerviosismo. Pero ahora que
regresaba un poco la calma, lo captaba. Estaba segura de que algo lo
acongojaba. Pudiera pasar desapercibido para otros, pero para ella, no. Aunque
su carrera en la facultad era LAE(Licenciada en Administración de Empresas), que
estudiaba por las tardes e iba a la mitad de la misma, se interesaba mucho por
la psicología. Su madre si era psicóloga y tenía varios libros acerca de eso.
Ella los había leído y aprendido mucho; aparte también había investigado más
información en la red. El lenguaje corporal lo entendía a la perfección. Así
que la gente era como un libro abierto para ella. Deseaba saber ese detalle que
lo entristecía. Eso era lo que había encontrado en sus ojos.
Los padres de Xassena vivían en
McAllen, Texas, Estados Unidos. Pero ella había decidido de improviso hacía ya varios
meses vivir con su tía Ángela en Monterrey, Nuevo León, México. Ni ella misma
tenía claro la razón de la decisión repentina que había tomado. Lo pensó en
frío sin más.
Cuando Josarian llegó con la pareja,
como que ellos le dijeron algo acerca de Ethan porque volteó y con una señal le
pidió que fuera hacia ellos. En ese otro tiempo sus miradas se toparon por
escasos dos segundos.
—En un momento regreso —dijo el
licenciado y se encaminó hacia ellos. Precisamente estaba pasando ahora por lo
que le había pedido a Nancy que la acompañara. De esa manera no se le acercaría
el buen samaritano queriéndola cortejar, pensó Xassena.
—¿Crees que no me di cuenta como le
mirabas? ¡Eh! —se notó un tono burlón en lo que dijo—. También me di cuenta que
es el chico de la foto recortada del periódico —rio.
—Si. Lo es. ¿A poco si me vi muy
obvia? —preguntó asustada Xassena.
—No tanto. ¡Si, a millones de
kilómetros de distancia se podría distinguir! —dijo la cuestionada con júbilo
aquéllo.
Las dos seguían el desenvolvimiento de
los hombres. Desde donde estaban, Xassena podía distinguir claramente la piel
bronceada y el cuerpo perfecto de Josarian, tenía buena masa muscular. Lucía
igual de impecable que en la foto que tenía colgada en su recámara.
El licenciado Ethan era casi igual de
alto si acaso unos 2 o 3 cm menos que Josarian, que no se distinguían. Eran muy
diferentes en la cuestión corporal, Malaou era delgado. En edad, tenían la
misma: 23 años, se ganaban solo con unos meses. El jefe de Xassena era el poco
mayor y por lo mismo siempre le decía que tenía que acatar sus órdenes por ser
más grande. Él había visto también la noticia del periódico en la soledad del
departamento donde vivía, e identificó a Josarian como el mejor amigo que había
tenido en la preparatoria y a quien no veía desde hacía mucho tiempo y decidió
contactarlo. La noticia se había publicado un día domingo y él lo había logrado
contactar el día siguiente que era lunes.
De repente, como atraídas por un imán,
a las dos les llamó la atención de nueva cuenta el enorme cuadro de la radiante
cumpleañera. Ya supieron que era la festejada, sin embargo no la veían por
ningún lado.
Ahora si pudieron verla detenidamente.
El cuadro, que era enorme, se notaba
que había sido pintado finamente al óleo por, seguramente, el mejor pintor del
país. Lo hacía resaltar el marco dorado de lujo. No dejaba a duda su gran valor
tanto monetario como sentimental. El ostentoso retrato sobresalía altivo en la
pared sobre todo lo demás que se encontraba a su alrededor. La petulante mujer
con una figura erguida, mostraba una gran superioridad. Esa pose a medio perfil
y con su mano izquierda en el pecho portando un elegante vestido rosa con las
mangas por debajo de sus hombros, envuelta en una tela fina de color gris que colgaba
de su antebrazo izquierdo. La actitud de su bello rostro angelical no mostraba
ni un mínimo signo de inseguridad, sonreía altiva. Era como una Diosa a la cual
todos deberían mostrarle pleitesía, y el
primero en hacerlo obviamente debía de ser precisamente Josarian.
La obra de arte estaba sobre una suntuosa
chimenea blanca tallada en mármol decorada con delicados motivos. Sus medidas
serían aproximadamente de 2 m de largo x 1.50 m de alto x 50 cm de ancho.
Encima de la chimenea había jarrones
pequeños fínisimos y muy valiosos. Pero en medio de todos ellos sobresalía una
especie de ánfora también de lo más fina. Los objetos en su totalidad eran de
color verde soldado con dorado.
Xassena seguía observando, ahora su
atención estaba en la perfección del pequeño rostro que tenía una saludable
cabellera rojiza que semejaba a una cascada cayendo sobre sus hombros. No la
dejaba de mirar, sabía que la conocía de algún lado, pero no recordaba de
dónde. Aunque ya sabía que era la misma mujer de la foto que viera en el diario
anunciando la fiesta; ella estaba segura que ya la había visto antes, el
problema era que no lograba recordar el lugar y bajo qué circunstancias.
Pero eso no fue todo, quería verla en
persona, y de ser posible platicar con ella. Tal vez ella si la reconocería y
despejaría todas sus dudas. No podía imaginarse siquiera la imponente presencia
de lo que sería en vivo.
Por esa razón, buscaba por ella entre
la multitud. Fue donde se percató de algo extraño que había pasado inadvertido
para ella hasta ese momento.
Se veía muchos invitados. Todos
vestidos elegantemente, eso si, pero eso no era lo que no cuadraba, sino que la
mayoría de todos ellos vestían de negro, incluyendo su jefe y Josarian. Como si
se hubieran puesto de acuerdo. En lugar de parecer fiesta se respiraba un
ambiente como de funeral. Tuvo miedo al pensarlo. Pero al verse a sí misma
descubrió que ella también se había vestido de negro. No lo recordaba. ¿Sería
eso una coincidencia? ¿Cómo podía despertarle una sensación de extrañéz el
color de la vestimenta de los demás si ella andaba del mismo tono? Y no se
había puesto de acuerdo con nadie.
Su vestido era corto en encaje, el
cual le mandó su madre hacía ya tiempo y que al fin se había puesto, se
prestaba para la ocasión, lucía espléndida con él.
Su amiga Nancy parecía como un lunar
en aquel ¿jolgorio? La vio con el rabillo del ojo para que ella no se diera cuenta.
Por lo regular los lunares son negros, pero en esta ocasión era de un color diferente:
blanco. Ella traía puesto un sencillo, pero elegante vestido con esa tonalidad.
Se veía realmente hermosa. Le llegaba un poco más abajo de las rodillas.
Parecía que había sido expresamente confeccionado para ella.
Las dos eran como dos luceros que
brillaban en lo alto del firmamento en medio de la oscuridad.
Nancy no era del agrado de Ángela, la
tía de Xassena. El rechazo de ésta le venía desde cuando ambas se conocieron teniendo
un mal entendido. Nancy creía que, su ahora amiga, le coqueteaba a Damián, su
novio, esto había pasado antes de que se hicieran amigas entrañables. Las dos
iban en la misma carrera y horario en la misma casa de estudios. Aparte,
también eran vecinas de departamentos. La madre de Nancy se había tenido que ir
a su pueblo a cuidar a su padre enfermo y le dejó encargada su hija a la amiga
de toda su confianza, que era con la que no había hecho muy buenas relaciones
que digamos.
Nancy tenía la misma estatura que Xassena,
y de figura igual de delgada. Su cabello también era igual de largo que el de
su amiga, pero con la diferencia de que era más chino y un poco castaño,
siempre se recogía el pelo en un chongo encima y se peinaba por un lado. La
piel de ella era aperlada. Tenía facciones finas. Sus ojos eran grandes color
cafés claros y su nariz respingadita. Los labios eran delgados.
Vestía siempre de falda larga y blusas
sencillas.
Después de observar a su amiga, Xassena
celebraba ahora su elección por el negro, no le gustaba llamar tanta la
atención. Y si hubiere vestido de un color diferente seguro que lo haría.
Aún así se le hacía raro el
comportamiento de esta misma gente vestida de negro. Actuaban tan extraño. En
ocasiones logró ver que al mirar la gran foto algunos se santiguaban y decían
algo en voz baja, pero no lograba entender qué era lo que le expresaban. ¿Qué
sabían de esa extraña mujer para hacer esas cosas?
Y sucedió lo inevitable.
—Si ella es la festejada. ¿La ves por
algún lado, Nancy? —preguntó Xassena mientras seguía alzando su cabeza para ver
si la veía por algún lado.
—No se ve —respondió, mientras de
igual manera, buscaba a la mujer misteriosa.
—¿De dónde la he visto? Se me hace
conocida —pensó en voz alta Xassena.
—¿Qué dijiste? —Preguntó.
Por el ruido de la fiesta no la había
alcanzado a escuchar bien.
—No. Nada, olvídalo. Que ahí viene el
licenciado Ethan.
Xassena le devolvió la sonrisa al
licenciado cuando este iba llegando.
—¿Todo bien? —preguntó el licenciado Malaou.
—Si. ¡Todo bien! —respondió
inmediatamente Xassena. Luego, apuntando a Nancy continuó—, Por eso me traje a Nancy,
sabía que podía en algún tiempo dejarme sola.
—¡Muy bien hecho! —celebró Ethan lo
atinada que había sido su secretaria al traerse consigo una acompañante.
Casi enseguida las invitó a ir al
comedor para probar la variedad de bocadillos que se ofrecían, por lo que se
dirigieron hacia el lado sur, que era donde se encontraba. Un grupo de personas
salían del cuarto donde estaba la mesa con el banquete, eso hizo que solo Nancy
pudiera entrar. Xassena y su jefe quedaron cada a uno a los extremos de la
amplia entrada. Y en lo que Nancy estaba
ocupada escogiendo que comería e Ethan se ocupaba saludando unos amigos, Xassena,
por el otro lado de las lujosas puertas blancas abiertas de par en par,
escuchaba las murmuraciones de los que iban saliendo y que pasaban muy cerca de
ella.
—El periódico decía que eran esposos,
eso decía la nota —dijo una de las invitadas.
Otra de ellas la corregía.
—No puede ser. Yo supe que ella era
íntima amiga de la familia.
—No, yo conocía bien a los Orbacam, y
no quiero crear controversia, pero la verdad si eran esposos —dijo una tercer
mujer.
—¡Qué misterios se entretejen entorno
a ellos! ¿Quién sabe cual será la verdad? Y sin contar la tragedia…
El grupo seguía caminando dejando la
intriga en Xassena, ¿cuál sería la verdadera relación que tendrían realmente la
pareja? Pero lo que más la dejó intrigada fue lo de la tragedia que no
terminaron de contar.
La llegada de sus amigos la sacaron de
sus pensamientos acerca de las murmuraciones que escuchó. Ethan se sorprendió
que Xassena aún no hubiere tomado nada por lo que le sugirió que fueran juntos
a escoger. El paladar de su amiga se daba gusto con lo que había seleccionado
de entre todo el banquete.
Pero ni eso pudo parar de hablar a Nancy.
—Con todo respeto licenciado. Lo que a
mi me interesaría saber ¿dónde está la misteriosa festejada? Ya tenemos rato
que llegamos y no se le ha visto. No se les hace muy raro que la festejada no
esté en su fiesta. La señorita invisible, ¿u qué? —dijo muy intrigada Nancy,
despertando aún más el interés en Xassena por saber.
No le quedó de otra a Malaou, que
contarles toda la historia a las chicas.
—La verdad… ella falleció hace unos
días. Al parecer de un paro cardíaco. No me queda del todo claro, son muy raras
las circunstancias de su muerte y el cofre que está al pie del cuadro, en medio
de todos los objetos, contiene las cenizas de la fallecida —Finalizó Malaou
esperando en suspenso la reacción que tendrían ambas chicas.
Hubo un pequeño lapso de silencio
entre ellos. Solo se escuchaba tocar a la orquesta música clásica de Vivaldi -
Four Seasons (Winter).
—¡¿Insinúas que estamos en la fiesta
de una muerta?! —gritó Nancy atrayendo la atención de algunos invitados que
estaban cercanos a ellos. Cuando dijo eso hasta dio la impresión de que los
instrumentos callaron para que se pudiera escuchar mejor centímetros a la
redonda.
Se tapó inmediatamente la boca. El
licenciado Malaou veía disimuladamente a los que bailaban.
—¿Y fue de la que hace unos días
fuiste al sepelio? —Sacó en conclusión Xassena.
—Así es —confirmó él.
—Ahora entiendo por qué sentías
escalofrío entrar, Xassena —dijo con miedo Nancy.
Ethan Malaou se extrañó con lo que dijo Nancy y preguntó:
—¡¿Es verdad, Xassena?!
—Si, Licenciado. Es más, pensé en irme
de aquí —dijo apenada aquello.
—¿Quién en su sano juicio hace una
cosa así? —replicó Nancy.
—Entiendo lo que dices. Pero Josarian
se lo prometió: la fiesta se llevaría acabo pasara lo que pasara. Así como lo
de sus cenizas de ponerlas en ese lugar.
Xassena casi cometía una indiscreción,
pero pudo más su cordura. ¿Tal vez su jefe sabría toda la verdad sobre lo que
había escuchado? Si era amigo de él, debería de ser así. Pero se contuvo, no
quería que el licenciado la tildara de chismosa.
Nancy no pudo ocultar más el miedo que
sentía. Le daba nervio el estar en la fiesta de una difunta. Ahora hasta casi
creía ver que la mujer de la foto la observaba. Volteó lentamente y la miró con
recelo. Lucía un tanto misteriosa. ¡Dueña de todo lo que estaba a su alrededor!
Para Nancy además, nunca le había
pasado algo semejante: ¡Estar en la fiesta de una muerta!
—¡Vaaámonos ya, Xassena! —dijo con voz
nerviosa.
Lo mismo pasaba con otros invitados.
Algunos de los cuales fueron de los que alcanzaron a oír a Nancy cuando gritó.
Sin saber de dónde había surgido, Josarian
se les acercó, lo cual aprovechó Ethan para despedirse de una vez de él.
—¡Mucho gusto! ¡Estuvo muy bonita su
fiesta! Pero es hora de retirarnos —dijeron casi al unísono las amigas.
Rápidamente quisieron retirarse de ahí
y caminaron hasta a un lado del muro izquierdo muy cerca de la salida.
Pero antes de que lograran salir,
vieron que una de las sirvientas llegaba con los dos hombres trayendo consigo una
computadora portátil. Mientras del techo, justo enfrente del enorme
cuadro, unos hombres desprendían del
techo una base que portaba una televisión de como de 100 pulgadas. Cosa que atrajo la atención de todos ellos,
especialmente de Josarian.
—¿Qué significa eso, Niembri?
—preguntó extrañado Josarian. No sabía nada al respecto.
La mujer, que era delgadita, modosita,
de pelo negro y corto; de piel aperlada y ojos negros; de estatura mediana. No
de belleza inigualable, pero bonita. Cayó por unos segundos y cuando al fin
pudo hablar, por tener todo el peso de las miradas de todos.
—La señora me dio instrucciones que se
proyectaría un video en su fiesta; dijo que la señorita Yaníndore me diría
exactamente en qué momento; pero en vista que no está ella, dígame usted cuándo
lo hacemos —dijo Niembri, dejando a todos sorprendidos y extrañados.
Xassena se mostró interesada, deseaba
conocer más a la que había sido esposa de Josarian. Ella los relacionaba así
por lo publicado en el periódico. Aunque ahora ya le era todo un misterio la
vida de todos ellos. Incluyendo el nombre de la cual giraba todo aquello. Y
ahora también la razón de la ausencia de la, quizás mejor amiga de la difunta, ¿habían
muerto las dos, tal vez?
—¿De qué trata el video? —preguntó
interesado Josarian.
—La verdad, no lo sé, señor —respondió
Niembri, poniendo la mano en su cabeza.
—No, déjelo. No pondremos nada.
Lo que dijo lo acompañó con un ademán
de mano.
—Proyéctalo, Josarian. Es la última
voluntad de ella —insistió Malaou con voz baja para que no escucharan los demás
lo que había dicho. Por lo que Josarian aceptó y el Licenciado se ofreció para
su instalación.
Nancy insistía en retirarse.
En Xassena iba en aumento el deseo de
saber. “Ella”, pero ¿cuál era el nombre? ¿Por qué nadie lo mencionaba. ¿Era un
nombre prohibido en la casa? ¿No se sabían el nombre?
—No. Quedémonos a ver el video, quiero
saber más de esa mujer. Me ha empezado a intrigar mucho —dijo Xassena.
En el centro de la pista seguían con
la conexión de los aparatos. Todos murmuraban y esperaban expectantes lo que se
les mostrarían. Más, los que la conocían porque sabían perfectamente el modo de
ser inesperado de la cumpleañera.
—Me dijo que el video se llamaba “Para
Fiesta de señora Orbacam” y lo había colocado en el escritorio para su fácil
localización —Le dijo en voz baja Niembri a Malaou.
—¿Te ha hechizado esa mujer o qué
pasa? Antes ansiabas irte al igual que yo y ahora…
No alcanzó a terminar Nancy porque todo
estuvo listo y se les pidió a los invitados de favor prestaran atención a lo
que se proyectaría. Se les dijo que se trataba de un video que la festejada
quiso se proyectáse en su fiesta, dijo Josarian solemnemente. Solo los que
sabían entendieron el mensaje que había sido dado. Todavía algunos no estaban
al tanto que la fiesta era en honor de una difunta.
Empezó la proyección del video con la
cordial bienvenida de “ella” a los invitados. Después, pasó algunos pasajes de
su vida captado en fotos y otros en clips sacados de otros videos con una
música clásica de fondo. Todos seguían atentos la proyección del mismo; en
especial Xassena, no perdía ni un detalle del desenvolvimiento de la
protagonista de aquella película. Estudiaba a la perfección cada movimiento que
ésta realizaba. Otro quien también lo hacía era Josarian, cada quien a su
manera; obviamente no pudo evitar soltar el llanto, al igual que otros
conocidos. Al término de la mezcla de fotos y clips de videos apareció
nuevamente la soberbia mujer para dar otro mensaje.
—¡Queridos Invitados! Espero que les
haya gustado mi corto metraje tanto como a mi hacerlo. Ahora quiero invitarlos
que continúen divirtiéndose en mi fiesta. ¡Porque yo no estoy muerta!, de un
momento a otro me levantaré…
—¡¿Pero qué significa eso?! ¡Quita eso
por favor, Ethan! —murmuró Josarian e Ethan Malaou se apresuró para proceder a
detener la reproducción del video. Mientras Niembri también presurosa se
dirigía hasta ese lugar para ayudarle.
La gente no dejaba de murmurar. Unos
veían el video, otros miraban disimuladamente a Josarian, unos más posaban su
mirada en Malaou y Niembri. Xassena y Nancy se veían, y no salían de su asombro
por el acontecimiento. La reproducción del video seguía a la par con todos
estos hechos.
—…y me uniré a ustedes a la más grande
celebración del año: La fiesta de cumpleaños de Ferenielle Orbacam —Mostró una
copa que contenía vino y continuó—. Estrechemos nuestras copas y digamos
¡Salud! En unos instantes brindaré con ustedes en per…
Cuando Ferenielle propuso el brindis
instintivamente Xassena había levantado su mano y brindado con ella sin copa
alguna. No podía creer que fuere sido precisamente ella, la que le hubiera
proporcionado su nombre. Era como si solo ella pudiera pronunciarlo, de ahí nadie
más.
No conforme con todo el suspense que
rondaba la cabeza de Xassena sobre ellos, ahora le llegaba otra cosa más que
desearía saber: ¿por qué razón ella mencionó que no estaba muerta? ¿Cómo supo
eso desde antes que le pasara? ¿Estaba condenada a muerte y lo sabía? ¿Qué era
todo eso?
Ya no seguía más el video porque rápidamente
desconectaron todo aquello y subieron nuevamente la gigantesca televisión
ocultándola nuevamente en su lugar en el techo. Niembri se retiraba con la
mesita rodante, mientras Ethan pedía disculpas a los invitados por el error,
según él, dijo que tal vez alguien había editado el video malintencionadamente
para una broma de mal gusto.
—…Agradecemos su atención y por favor
sigan divirtiéndose, ¡Gracias!
Josarian le había pedido discretamente
a la doméstica que lo acompañara a la biblioteca. Niembri sintió miedo de tan
solo ver la expresión que mostraba su cara. Cuando llegaron a su destino se
apresuró a cerrar la puerta y explotó.
—¿Qué significa eso, Niembri? —le dijo
seriamente y sumamente enfadado.
—¡No lo sé, señor! ¡Discúlpeme! Yo no
sabía el contenido del video. ¡Se lo juro! —dijo desesperadamente la sirvienta.
—¿Quién editó el video
malintencionadamente? —preguntó impaciente el aludido.
—Le digo que no lo sé, señor. No sé
quién más sabía donde estaban guardadas las cosas. Tampoco creo que fuera la
señorita Yaníndore —dijo Niembri con voz entrecortada.
—Está bien, retírate —ordenaba
Josarian más calmado, entonces Niembri salió corriendo.
Todo mundo estaba en shock, entre ellos Xassena. No daban
crédito a lo que había pasado. Unas amigas continuaban con el estira y jala.
—¡Ahora sí vámonos, Xassena! —Nancy
insistió. No pensaba darse por vencida tan fácilmente. Deseaba dejar cuanto
antes aquel lugar y dejar de ver esa foto que pareciera que la veía acosadora;
como retando a que nadie más invadiría su espacio. Solo ella era dueña de ahí y
no dejaría entrar a nadie más. Era una broma siniestra el solo hecho de ver ese
cuadro y sentir la mirada penetrante de esa altiva mujer. Por si fuera poco, se
le agregó el detallito del video.
Malaou ya regresaba con su amigo. Él
había ido a la biblioteca para apoyarlo. Josarian tenía que soportar el peso de
las miradas. Se distraía con las palabras de Malaou, las oía distantes como si
le hablara a miles de kilómetros de ahí. Se imaginó que se encontraba en una
isla desierta, vio hacia el techo, cualquiera que supiera del lenguaje corporal
sabría que le gustaría estar en ese instante en cualquier parte, menos en el
lugar donde se encontraba. Solo Xassena notó y comprendió lo que decía sin
hablar.
—¡Hola, Josarian! ¡¿Te acuerdas de
mí?! —dijo una vocecita melosa, que de inmediato atrajo la atención de Xassena
y Nancy. Solo esa vocecita melosa fue capaz de sacar de su hipnotismo a Xassena
y de su obsesión por irse a Nancy. Ninguna de las 2 se movió ni dijeron nada,
solo empezaron a observar las acciones de la personita. Pareciera que eran las
únicas que se habían percatado de su presencia.
La muchacha era delgadita, morena y
blanca. Llevaba traje de color gris oscuro con blusa blanca y tenía el cabello
liso y largo, que traía en un chongo. Usaba lentes. En otras palabras, tenía el
aspecto típico de una psicóloga.
—Soy Aubrey, una de las mejores amigas
de tu esposa. Después de Yaníndore, claro —dijo nuevamente la que ahora
reconocían como la chica de la voz melosa.
Xassena se empezaba a familiarizar
también con el nombre de Yaníndore. De la cual todavía le era una incógnita su
apariencia. No había ni una foto de ella con la cumpleañera en la casa. Solo la
grande de “ella”. No era difícil de imaginar que quisiera ser la única en ese
lugar. Aunque sabía perfectamente que para ser su mejor amiga debería de tener
casi su mismo porte elegante.
—Si. ¡¿Cómo no me habría de acordar?! Eres
su amiga alemana —dijo con voz ronca y seria, Josarian, volteando a ver a Ethan—.
¿Y tú Ethan?
—No. Me disculpan, pero yo no la
conozco
—¿Te puedo pedir un favor? —dijo con
un tono más meloso aún.
—¡Sí! —dijo secamente Josarian.
—Quisiera entrar a ver el cuarto de mi
amiga por última vez, ¿Podría? —dijo ahora con mucha sutileza. No quería un no
como respuesta.
Xassena y Nancy seguían atentas su desenvolvimiento.
Les había despertado el interés todavía más el saber que la desconocida quería
entrar al cuarto de la difunta.
—¡Lo siento, Au! Pero no puedo. Ese
cuarto está cerrado con llave y no se piensa abrir más —Contestó tajantemente
Josarian. Se veía que no sería flexible en lo que ya había dicho. Defendería
firmemente su postura de no dejar entrar en ese cuarto a nadie más.
—¡Ándale! Solo un poquito, ¿Sí?
—Aubrey le insistió.
Pero él no accedió bajo ningún motivo.
La chica por fin se dio cuenta que no lograría nada y ya no insistió. Se apartó
de los dos hombres.
A Malaou se le había olvidado que ya
se iban, pues continuaba su plática con su amigo. Aunque eso no les importaba
ya a Xassena y Nancy, seguían viendo despistadamente qué haría ahora su nueva
amiga a distancia.
En eso estaban cuando ahora la
atención de todos, no solo la de ellas, fue atraída por un hombre borracho alto,
delgado, pelo negro, con patilla y bigote y de piel entre blanca y morena que
estaba parado enfrente de la gran fina pintura que se erguía como juez. El
hombre había comenzado a gritarle. Su voz se oía cargada de reproche, miedo,
respeto y a la vez de culpa.
—Tú eres la culpable de todo lo que me
pasa. Paso mis noches en vela sin poder dormir. ¿Qué es lo que quieres? —Reprochó
el hombre ahogado en alcohol y continuo diciendo haciendo una reverencia—, ¡Oh
gran dama de alcurnia!
Pausó un momento y siguió gritando.
—Llévame de una vez contigo. No lo
puedo soportar. ¡Te ví, te ví ese día!, ¡fue horrible! Sé que en parte yo tengo
la culpa…
—Cálmese, señor. Lo más seguro es que
se esté confundiendo.
Josarian trataba de controlar la
situación sin ningún éxito. No podía entender cómo había logrado colarse aquel sujeto
hasta ahí. Debió de haber aprovechado la distracción que hubo durante la
proyección del video, pensó.
El individuo, entonces, levantó su
mano en la cual traía una botella de vidrio con bebida embriagante y amenazó
con lanzárla contra el lienzo. En ese preciso momento la energía eléctrica
falló y todo el lugar quedó en la más completa oscuridad, logrando con eso que
el sujeto se quedara quieto lleno de temor y expectación, su expresión lo decía
todo. Varios ojos se abrieron más de lo común; muchas bocas exclamaron un ay de
temor. ¿Acaso era la respuesta de la difunta? ¿Algo sobrenatural había
provocado la ausencia de la luz? Nadie entendía eso ni lo que el borrachín
había querido decir con sus palabras.
Xassena, era quizás, la más interesada
en eso ¿qué había visto el hombre que le resultara tan horrible como para desear
su muerte? ¿Por qué sentía sentimiento de culpa y de qué?
Mientras unos hombres se dedicaban a
sacar a la persona alcoholizada, la chica alemana aprovechaba disimuladamente la
situación, se fue alejando hacia las escaleras que estaban por el muro derecho,
las cuales llevaban hacia los cuartos de arriba, donde Xassena y Nancy supusieron
se encontraría el cuarto en cuestión que quería ver. Era como si ellas fueran
invisibles. La chica solo se cuidaba de los demás, pero no de ellas dos o tal
vez el muro izquierdo que les había quedado cerca evitaba que fueran vistas por
la alemanita atrevida.
El hombre luchaba por zafarse de sus
corpulentos custodios y gritaba exaforadamente que lo soltaran, pero la
sujeción era tal que no logró su objetivo y fue sacado del lugar. La mujercita
ya había llegado con éxito arriba sin ser vista y dirigido al lado sur. Sus
espectadoras tuvieron que moverse de lugar para seguir viendo solo por un rato
más a la pequeñéz de mujer, la perdieron de vista cuando desapareció por el
oscuro pasillo que llevaba hacia esos misteriosos cuartos. Un celular era lo
que utilizaba para alumbrar la ruta que
se había aventurado a seguir.
Xassena y Nancy se voltearon a ver
sorprendidas. No dijeron nada. Volvieron sus cabezas hacia arriba nuevamente y esperaron
por el resultado de su osado proceder.
No se hizo esperar mucho, si acaso fue
por unos escasos minutos su espera. La respuesta a sus expectativas fue un
desgarrador grito que provenía de arriba, justo del lado donde había
desaparecido hacía unos instantes la alemana, mismo que hizo que por instinto
las dos amigas se abrazaran al escucharlo.
El grito llamó la atención y despertó
el miedo y preocupación de todos los presentes.
—¿Qué es lo que está pasando? Una cosa
tras otra…
Se murmuró entre los presentes.
El ambiente seguía a oscuras a pesar
de que personas, entre ellas el licenciado Ethan, ya se encontraban trabajando
sobre el asunto.
—Niembri —Vociferó Josarian—, vaya a
checar que sucede allá arriba. Debo pensar que “el cuarto” está cerrado
—preguntó un dudoso Josarian.
—Si, señor. Si lo está —dijo
Niembri y corrió hacia las escaleras.
Las cuales subió de prisa, seguida de su jefe.
Todos se arremolinaron al pie de las
mismas esperando respuesta de lo que había pasado en aquella parte de la casa.
Josarian esperaba también, pero él en la cima de éstas.
Casi enseguida se dejó ver Niembri
acompañada. Venía con la alemana temerosa a su lado.
—La encontré desmayada en “el cuarto”,
señor —le comunicó miedosa Niembri a Josarian, pues se le había ordenado que
mantuviera bajo llave ese lugar. No entendía cómo, pero estaba abierto. Ella estaba
segura que le había echado llave.
—¡Me quiso matar! ¡Una mujer me quiso
matar! —gritaba una y otra vez la chica melosa repitiendo lo mismo. Se
desaliñaba su pelo bruscamente cuando lo hacía. Sus ojos lucían tétricos con su
rímel corrido a consecuencia de que estaban cubiertos de lágrimas.
—¿Qué viste? —le preguntó extrañado
Josarian. Luego, Volteó a ver a Niembri con ojos que casi querían fulminarle;
ella, en cambio, le huyó con la vista—. Más tarde quiero hablar seriamente
contigo.
—No hay nadie, señor. En el cuarto no
hay nadie —aseguraba Niembri.
Josarian corrió al cuarto para cerciorarse
de que no hubiera nadie, y, efectivamente, no encontró a ninguna persona o
rastros de que alguien hubiera estado en ese lugar.
—¡Me quisieron matar! ¡Alguien me
quiso matar! —repetía Aubrey.
A partir de ese momento la energía
eléctrica se restableció volviendo con ella la luminosidad a la fiesta.
La pequeña mujer se escapó de las
manos de Niembri y bajó corriendo las escaleras. Por poco y echó al suelo a Xassena,
al pasarle casi encima de ella.
—¡Larguémos de aquí! —les gritó a sus
acompañantes.
Una pareja la siguieron hasta perderse
por la puerta principal.
Xassena saltó de miedo poniendo su
mano derecha sobre su pecho cuando sintió que alguien le tocaba al hombro. Era
su jefe quien regresaba.
—Perdón, no fue mi intención asustarte.
Xassena no contestó nada, simplemente
ella y Nancy casi corrieron hacia la salida por lo que lograron ver cómo la
protagonista del susto mayor, ayudada por sus compañeros, era subida a un auto
deportivo de color amarillo que estaba estacionado a un lado de la fuente, para
luego ellos hacer lo mismo y marcharse a todo motor de ese lugar.
¡Había sido una noche muy inquietante
para todos!
En el cuadro, a Ferenielle se le
dibujaba una sonrisa como satisfecha de todo lo que había pasado en su
inigualable fiesta de cumpleaños. A cualquiera se le hubiera encrespado los
pelos de haber divisado ese detalle que se apreciaba sobre sus labios.
Al siguiente día todos los periódicos
hablaban de la inusual fiesta de cumpleaños ofrecida a la difunta esposa del
licenciado Josarian Orbacam. Ángela apenas si podía creer que Xassena y Nancy
hubieran estado en dicha fiesta. Al igual que ellas, en toda su vida nunca
había escuchado de algo semejante, pensó que el esposo debería estar loco.
Pero Xassena lo único que tenía en
mente era lo que podría pasar entre ellos dos más adelante pues estaba segura
que no le había sido indiferente del todo a Josarian.
Página Principal Capítulo 2
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