Capítulo 1

Inusual Fiesta de Cumpleaños


¡Cuidado con dejar que la superstición rija tu vida! Eso era lo que Xassena siempre decía cuando aconsejaba que no creyeran en esas cosas; pero nunca imaginó que su vida, en alguna parte del camino, se encauzaría en torno a ella, dejando honda huella sobre su alma.

Ella bajaba tranquilamente del carro, que era un Mazda Laputa rojo y de modelo reciente, en que llegaba. Pero cuando puso su pie por primera vez en el suelo empedrado de aquella casa en ese preciso instante, lo recuerda bien, un trueno estremecía al oscuro ambiente. No supo si fue el contacto con el piso o el fenómeno de la naturaleza lo que le provocaba la sensación de que una descarga eléctrica la invadía por completo, como si la centella hubiere caído sobre ella. Aunque no era verdad, lo había sentido de tal forma como si lo fuera sido. No pudo evitar que su bello rostro palideciera, volviéndose más blanco de lo que era; casi como la nieve fue emblanquecido. Un relámpago que dibujaba un tajo de luz en el ennegrecido cielo aportó también, por una fracción de segundo, algo de blanquéz a su cara debido a la luminosidad que emitió.

Esa noche era la del tercer sábado del mes de octubre del año pasado. Para algunos, eso sería como un presagio por tratarse precisamente de ese mes, pero para ella, que no era muy dada a esas cosas, no lo pensaba así. No se explicaba por qué sin más el miedo la envolvió. Ese sentimiento nunca antes se había presentado en ella; al menos no en esa forma, sin saber por qué. Era la segunda vez en esa misma semana.

No lo entendía porque en esos momentos llegaba a una fiesta de cumpleaños. No obstante que no era  muy dada a éstas, se suponía que debería de llegar alegre, emocionada. Pero era todo lo contrario.

De manera insospechada asociaba ese evento con su futuro. Una idea descabellada, pensó. Tiempo más adelante sabría que no estaba equivocada del todo y que esa fiesta era el punto de partida, y desearía no haber ido nunca.

Aunado a todo lo que estaba sintiendo, se sentía también apenada. La misma persona a la que ahora acompañaba a la celebración, y que caballerosamente le había abierto la puerta para que ella bajara, tres días antes le pidió también su compañía, pero a un sepelio. Esa persona era su jefe, el licenciado Ethan Malaou. En un principio quedaron en que ambos asistirían, pero al final de cuentas le había fallado por cuestiones de que ya contaba con varias inasistencias  a la universidad. Le preocupaba que él pensara que por la diversión ahora si le hiciera el favor de acompañarle.

El hombre ahora abría la puerta trasera del lado del copiloto para que bajara el tercer acompañante. Por encima de la puerta podía verse su pelo entre rubio y café; más rizado que ondulado. Xassena, entretanto, luchaba por no contraer sus pómulos para que no fuera evidente lo que sentía. Desvió su atención a la hermosa fuente que estaba en el centro del espacioso patio. Lo que hizo que olvidara por unos instantes las ideas que abrumaban su mente.

Una amiga de Xassena era la que les acompañaba, su nombre era Nancy Rubio. La había invitado porque estaba segura que habría muchos conocidos de su jefe, y en un momento dado, se lo llevarían por algunos espacios de tiempo. No se imaginaba sola entre todos esos invitados y sin conocer a nadie. La tomaría como su tabla de salvación para esos momentos.

Pese a que el patio estaba atestado de coches por doquier habían encontrado un huequito justo enfrente del lado derecho de la entrada principal de la casona. Tal vez estaban de suerte.

Los invitados seguían llegando. Unos optaban por estacionarse afuera; otros, decidían aventurarse a entrar para buscar algún lugar como lo habían echo ellos.

La hermosa residencia se alzaba majestuosa a solo unos metros de donde ellos se encontraban. Era grande y pintada de color amarillo con puertas y ventanas en color blanco. Enfrente de ella muy cerca, tenía varios árboles de delgados troncos. En la parte alta todas las ventanas lucían a oscuras. En el piso inferior gran parte de él, donde estaba la fiesta, las luces destellaban débilmente por las ventanas. Hasta donde estaban se alcanzaba a escuchar la orquesta tocando música clásica.

Cuando estuvieron los tres juntos volvieron su mirada hacia su destino regresando con ello los temores a Xassena.  

—Las 8:00 en punto. Buena hora. ¿Qué esperamos, vayamos? —dijo Ethan checando su reloj.

Caminaron a un lado del seto de buxus que delimitaba el área entre el césped y el piso empedrado, dirigiéndose a los largos escalones en color café que los conducirían hasta la puerta principal. Mientras lo hacían, observaban la infinidad de coches que ya se encontraban estacionados.

—Seguro ya habrá muchos invitados disfrutando de la fiesta —comentó Nancy en alusión a lo que veía.

Nadie le contestó.

En Xassena iba en aumento el miedo que la había invadido desde el primer instante. Seguía ignorando por qué. Ella no era muy dada a la superstición. ¿Qué problema se le podría avecinar con el simple hecho de asistir a ese festejo que no tenía nada de particular?

Ni siquiera conocía a nadie.

Xassena frunció el ceño, molesta. No soportaba en lo absoluto por lo que estaba pasando. ¿Qué le estaba sucediendo? Se estaba dejando llevar por sus ideas. Posó su mano derecha en su frente ancha, quedando solo a la vista sus delgadas, finas y delineadas cejas.

Cuando justo llegaron a la puerta de la casa, Xassena sentía ya escalofrío, temor, miedo y un terrible presentimiento que ya le era imposible ignorar. Cosa que no pasó desapercibida por su amiga y fue entonces que la contagió de ello.

Y cuando la puerta se abrió.

—¡Entremos, ya! —dijo el licenciado cuando vio que las dos chicas seguían paradas en la entrada. Ambas lo voltearon a ver y le sonrieron con nerviosismo. Los ojos grandes y claros de él se abrieron tratando de transmitirles su alegría y su piel blanca se iluminó por completo.

—Entremos —Le susurró Nancy al oído a su amiga para no ser escuchada por Malaou.

—¡No, quiero! Deseo irme de aquí. Sentí un miedo que no puedo describir —dijo quedito.

—¡No empieces, Xassena! No le hagas esto al licenciado. Ya viene —murmuró Nancy.

El hombre las tomó a ambas del brazo y entraron a la fiesta.

¡Y ahí estaba, fue lo primero que vieron al entrar! Se encontraba justo hasta el fondo del gran salón y rodeado de mucho lujo. Era un enorme retrato de una mujer. Podía verse desde la entrada porque el lugar por lo regular tenía las enormes puertas blancas abiertas de par en par y más ese día que había fiesta.

El que las guiaba apuntó discretamente hacia él.

—La del cuadro… es la festejada —dijo en tono de misterio.

Pudieron verlo perfectamente aunque el vestíbulo, que era grande, contaba con escasa iluminación, pero soberbiamente decorado, el linóleo del suelo era en su mayoría cubierto por un estupendo tapete, las paredes pintadas de color amarillo y con vistas blancas. Los ojos de la desconocida, perfectamente trazada en la exquisita pintura, parecieron que las miraba con recelo, en especial a Xassena. Así lo sintió ella e inmediatamente pensó que esa era la razón de su temor al llegar y empezó a sentir un escalofrío que le empezó a recorrer su cuerpo poco a poco. Ella la miraba y sentía que no la dejaba de retar. Desde una y otra perspectiva ninguna de las dos quería ceder. Creyó haberlo vivido antes, le resultaba muy familiar.

No se habló más al respecto porque la llegada del anfitrión desvió la atención de ambas chicas de aquel cuadro que no alcanzaron a ver a sus anchas. Evitando con ello un bombardeo de preguntas alusivas a la, según, feliz cumpleañera.

Xassena quedó impactada al reconocer al hombre de sus sueños, pues supo inmediatamente que se trataba del mismo que apareció en una nota de sociedad donde hablaba acerca de uno de los más grandes festejos de cumpleaños que se realizarían en toda la ciudad, la cual había leído hacía una semana en sociales de un períodico local. En ella, aparecía él al lado de la fémina de la gran pintura. El ánimo se le vino abajo cuando recordó el encabezado de la nota en letra grande y en negrita: “Ofrece el Licenciado Orbacam gran fiesta en honor a esposa”, ya que se había enamorado como una colegiala en cuanto lo vio en la fotografía que ilustraba el artículo.   

—Déjame presentarte, Josarian. Ella es Xassena, mi secretaria —dijo Ethan apuntando hacia donde se encontraba su primer acompañante.

Él la saludó por puro compromiso, mientras la presentada no salía de su asombro que no podía disimular. A pesar de que ella era alta pues medía 1.75 m, tuvo que levantar un poco su alargado rostro para verlo porque el medía 1.77 m. Josarian la vio por unos instantes, momento en el cual contrajo el frontal que elevó sus pobladas cejas en señal del enigma que le provocaba la actitud de ella. La acción no le formó arrugas en la frente como les ocurre a otros. Casi enseguida se recuperó de su turbación para después ignorarla por completo.

La felicidad seguía emanando de sus ojos a raudales y la delataba a millones de kilómetros. Estaba extasiada, tenía por fin frente a ella al único hombre que había sido capaz de despertarle el sentimiento de amor adormecido por mucho tiempo, y que nunca antes ninguno de sus pretendientes y no pretendientes lo logró, llegó a pensar que nunca le conocería en persona. Escudriñaba cada centímetro de su rostro. Aduló el rectángulo perfecto que formaba su nariz que no era ni tan fina ni tan gruesa estaba en un tamaño exacto. No recordaba haber visto unos labios tan carnosos como los de él que la invitaban a hacer besados.

No sabía como actuar, tanto había deseado aquello y ahora no decía nada. Estaba viviendo un sueño. Un sueño del que no quería despertar.

—Est..e, si, mucho gusto —tartamudeó. Se sonrojó por eso.

La realidad volvió cuando el intermediario presentó ahora a Nancy. Había pasado solo unos segundos, pero para Xassena era como un día entero.

—¡Bienvenidos! ¡Qué se diviertan! ¿Me disculpas, Ethan? Voy con los señores Arizmendi —dijo con tono cortante, Josarian, y se retiró casi enseguida con gran porte al caminar. Parecía que sus pasos hubieren sido previamente planeados y precisados. Vamos tenía elegancia.

Xassena no le despegaba la vista y él lo volvió a notar. Volteó por un levísimo momento con sus ojos almendrados tono a miel rodeados por sus pestañas largas y rizadas al natural. La acción de ella seguía desconcertándole y cuando esto pasaba tendía a pasar su mano derecha sobre su pelo negro y ondulado con corte y peinado normal. Ella desvió la vista por un momento y su larga cabellera oscura, gruesa y ondulada, salió en su auxilio ocultándole su cara de la mirada de él, solo uno de sus prominentes pómulos, el derecho, y su nariz fina quedaron un poco al descubierto; luego, el azul profundo de sus ojos expresivos volvieron a verlo. Él ya no la veía. Ella lo observaba, deseaba saber su sentir.

A pesar de lo fugaz que fue el vistazo, había podido distinguir ahora en ellos un tenue brillo de tristeza. Cuando los tuvo tan cerca no logró notarlo por el nerviosismo. Pero ahora que regresaba un poco la calma, lo captaba. Estaba segura de que algo lo acongojaba. Pudiera pasar desapercibido para otros, pero para ella, no. Aunque su carrera en la facultad era LAE(Licenciada en Administración de Empresas), que estudiaba por las tardes e iba a la mitad de la misma, se interesaba mucho por la psicología. Su madre si era psicóloga y tenía varios libros acerca de eso. Ella los había leído y aprendido mucho; aparte también había investigado más información en la red. El lenguaje corporal lo entendía a la perfección. Así que la gente era como un libro abierto para ella. Deseaba saber ese detalle que lo entristecía. Eso era lo que había encontrado en sus ojos.

Los padres de Xassena vivían en McAllen, Texas, Estados Unidos. Pero ella había decidido de improviso hacía ya varios meses vivir con su tía Ángela en Monterrey, Nuevo León, México. Ni ella misma tenía claro la razón de la decisión repentina que había tomado. Lo pensó en frío sin más.

Cuando Josarian llegó con la pareja, como que ellos le dijeron algo acerca de Ethan porque volteó y con una señal le pidió que fuera hacia ellos. En ese otro tiempo sus miradas se toparon por escasos dos segundos.

—En un momento regreso —dijo el licenciado y se encaminó hacia ellos. Precisamente estaba pasando ahora por lo que le había pedido a Nancy que la acompañara. De esa manera no se le acercaría el buen samaritano queriéndola cortejar, pensó Xassena.

—¿Crees que no me di cuenta como le mirabas? ¡Eh! —se notó un tono burlón en lo que dijo—. También me di cuenta que es el chico de la foto recortada del periódico —rio.

—Si. Lo es. ¿A poco si me vi muy obvia? —preguntó asustada Xassena.

—No tanto. ¡Si, a millones de kilómetros de distancia se podría distinguir! —dijo la cuestionada con júbilo aquéllo.

Las dos seguían el desenvolvimiento de los hombres. Desde donde estaban, Xassena podía distinguir claramente la piel bronceada y el cuerpo perfecto de Josarian, tenía buena masa muscular. Lucía igual de impecable que en la foto que tenía colgada en su recámara.

El licenciado Ethan era casi igual de alto si acaso unos 2 o 3 cm menos que Josarian, que no se distinguían. Eran muy diferentes en la cuestión corporal, Malaou era delgado. En edad, tenían la misma: 23 años, se ganaban solo con unos meses. El jefe de Xassena era el poco mayor y por lo mismo siempre le decía que tenía que acatar sus órdenes por ser más grande. Él había visto también la noticia del periódico en la soledad del departamento donde vivía, e identificó a Josarian como el mejor amigo que había tenido en la preparatoria y a quien no veía desde hacía mucho tiempo y decidió contactarlo. La noticia se había publicado un día domingo y él lo había logrado contactar el día siguiente que era lunes.

De repente, como atraídas por un imán, a las dos les llamó la atención de nueva cuenta el enorme cuadro de la radiante cumpleañera. Ya supieron que era la festejada, sin embargo no la veían por ningún lado.

Ahora si pudieron verla detenidamente.

El cuadro, que era enorme, se notaba que había sido pintado finamente al óleo por, seguramente, el mejor pintor del país. Lo hacía resaltar el marco dorado de lujo. No dejaba a duda su gran valor tanto monetario como sentimental. El ostentoso retrato sobresalía altivo en la pared sobre todo lo demás que se encontraba a su alrededor. La petulante mujer con una figura erguida, mostraba una gran superioridad. Esa pose a medio perfil y con su mano izquierda en el pecho portando un elegante vestido rosa con las mangas por debajo de sus hombros, envuelta en una tela fina de color gris que colgaba de su antebrazo izquierdo. La actitud de su bello rostro angelical no mostraba ni un mínimo signo de inseguridad, sonreía altiva. Era como una Diosa a la cual todos deberían mostrarle pleitesía,  y el primero en hacerlo obviamente debía de ser precisamente Josarian.

La obra de arte estaba sobre una suntuosa chimenea blanca tallada en mármol decorada con delicados motivos. Sus medidas serían aproximadamente de 2 m de largo x 1.50 m de alto x 50 cm de ancho.

Encima de la chimenea había jarrones pequeños fínisimos y muy valiosos. Pero en medio de todos ellos sobresalía una especie de ánfora también de lo más fina. Los objetos en su totalidad eran de color verde soldado con dorado.

Xassena seguía observando, ahora su atención estaba en la perfección del pequeño rostro que tenía una saludable cabellera rojiza que semejaba a una cascada cayendo sobre sus hombros. No la dejaba de mirar, sabía que la conocía de algún lado, pero no recordaba de dónde. Aunque ya sabía que era la misma mujer de la foto que viera en el diario anunciando la fiesta; ella estaba segura que ya la había visto antes, el problema era que no lograba recordar el lugar y bajo qué circunstancias.

Pero eso no fue todo, quería verla en persona, y de ser posible platicar con ella. Tal vez ella si la reconocería y despejaría todas sus dudas. No podía imaginarse siquiera la imponente presencia de lo que sería en vivo.

Por esa razón, buscaba por ella entre la multitud. Fue donde se percató de algo extraño que había pasado inadvertido para ella hasta ese momento.

Se veía muchos invitados. Todos vestidos elegantemente, eso si, pero eso no era lo que no cuadraba, sino que la mayoría de todos ellos vestían de negro, incluyendo su jefe y Josarian. Como si se hubieran puesto de acuerdo. En lugar de parecer fiesta se respiraba un ambiente como de funeral. Tuvo miedo al pensarlo. Pero al verse a sí misma descubrió que ella también se había vestido de negro. No lo recordaba. ¿Sería eso una coincidencia? ¿Cómo podía despertarle una sensación de extrañéz el color de la vestimenta de los demás si ella andaba del mismo tono? Y no se había puesto de acuerdo con nadie.

Su vestido era corto en encaje, el cual le mandó su madre hacía ya tiempo y que al fin se había puesto, se prestaba para la ocasión, lucía espléndida con él.

Su amiga Nancy parecía como un lunar en aquel ¿jolgorio? La vio con el rabillo del ojo para que ella no se diera cuenta. Por lo regular los lunares son negros, pero en esta ocasión era de un color diferente: blanco. Ella traía puesto un sencillo, pero elegante vestido con esa tonalidad. Se veía realmente hermosa. Le llegaba un poco más abajo de las rodillas. Parecía que había sido expresamente confeccionado para ella.

Las dos eran como dos luceros que brillaban en lo alto del firmamento en medio de la oscuridad.

Nancy no era del agrado de Ángela, la tía de Xassena. El rechazo de ésta le venía desde cuando ambas se conocieron teniendo un mal entendido. Nancy creía que, su ahora amiga, le coqueteaba a Damián, su novio, esto había pasado antes de que se hicieran amigas entrañables. Las dos iban en la misma carrera y horario en la misma casa de estudios. Aparte, también eran vecinas de departamentos. La madre de Nancy se había tenido que ir a su pueblo a cuidar a su padre enfermo y le dejó encargada su hija a la amiga de toda su confianza, que era con la que no había hecho muy buenas relaciones que digamos.

Nancy tenía la misma estatura que Xassena, y de figura igual de delgada. Su cabello también era igual de largo que el de su amiga, pero con la diferencia de que era más chino y un poco castaño, siempre se recogía el pelo en un chongo encima y se peinaba por un lado. La piel de ella era aperlada. Tenía facciones finas. Sus ojos eran grandes color cafés claros y su nariz respingadita. Los labios eran delgados.

Vestía siempre de falda larga y blusas sencillas.

Después de observar a su amiga, Xassena celebraba ahora su elección por el negro, no le gustaba llamar tanta la atención. Y si hubiere vestido de un color diferente seguro que lo haría.

Aún así se le hacía raro el comportamiento de esta misma gente vestida de negro. Actuaban tan extraño. En ocasiones logró ver que al mirar la gran foto algunos se santiguaban y decían algo en voz baja, pero no lograba entender qué era lo que le expresaban. ¿Qué sabían de esa extraña mujer para hacer esas cosas?

Y sucedió lo inevitable.

—Si ella es la festejada. ¿La ves por algún lado, Nancy? —preguntó Xassena mientras seguía alzando su cabeza para ver si la veía por algún lado.

—No se ve —respondió, mientras de igual manera, buscaba a la mujer misteriosa.

—¿De dónde la he visto? Se me hace conocida —pensó en voz alta Xassena.

—¿Qué dijiste? —Preguntó.

Por el ruido de la fiesta no la había alcanzado a escuchar bien.

—No. Nada, olvídalo. Que ahí viene el licenciado Ethan.

Xassena le devolvió la sonrisa al licenciado cuando este iba llegando.

—¿Todo bien? —preguntó el licenciado Malaou.

—Si. ¡Todo bien! —respondió inmediatamente Xassena. Luego, apuntando a Nancy continuó—, Por eso me traje a Nancy, sabía que podía en algún tiempo dejarme sola.

—¡Muy bien hecho! —celebró Ethan lo atinada que había sido su secretaria al traerse consigo una acompañante.

Casi enseguida las invitó a ir al comedor para probar la variedad de bocadillos que se ofrecían, por lo que se dirigieron hacia el lado sur, que era donde se encontraba. Un grupo de personas salían del cuarto donde estaba la mesa con el banquete, eso hizo que solo Nancy pudiera entrar. Xassena y su jefe quedaron cada a uno a los extremos de la amplia entrada.  Y en lo que Nancy estaba ocupada escogiendo que comería e Ethan se ocupaba saludando unos amigos, Xassena, por el otro lado de las lujosas puertas blancas abiertas de par en par, escuchaba las murmuraciones de los que iban saliendo y que pasaban muy cerca de ella.

—El periódico decía que eran esposos, eso decía la nota —dijo una de las invitadas.

Otra de ellas la corregía.

—No puede ser. Yo supe que ella era íntima amiga de la familia.

—No, yo conocía bien a los Orbacam, y no quiero crear controversia, pero la verdad si eran esposos —dijo una tercer mujer.

—¡Qué misterios se entretejen entorno a ellos! ¿Quién sabe cual será la verdad? Y sin contar la tragedia…

El grupo seguía caminando dejando la intriga en Xassena, ¿cuál sería la verdadera relación que tendrían realmente la pareja? Pero lo que más la dejó intrigada fue lo de la tragedia que no terminaron de contar.

La llegada de sus amigos la sacaron de sus pensamientos acerca de las murmuraciones que escuchó. Ethan se sorprendió que Xassena aún no hubiere tomado nada por lo que le sugirió que fueran juntos a escoger. El paladar de su amiga se daba gusto con lo que había seleccionado de entre todo el banquete.

Pero ni eso pudo parar de hablar a Nancy.

—Con todo respeto licenciado. Lo que a mi me interesaría saber ¿dónde está la misteriosa festejada? Ya tenemos rato que llegamos y no se le ha visto. No se les hace muy raro que la festejada no esté en su fiesta. La señorita invisible, ¿u qué? —dijo muy intrigada Nancy, despertando aún más el interés en Xassena por saber.

No le quedó de otra a Malaou, que contarles toda la historia a las chicas.

—La verdad… ella falleció hace unos días. Al parecer de un paro cardíaco. No me queda del todo claro, son muy raras las circunstancias de su muerte y el cofre que está al pie del cuadro, en medio de todos los objetos, contiene las cenizas de la fallecida —Finalizó Malaou esperando en suspenso la reacción que tendrían ambas chicas.

Hubo un pequeño lapso de silencio entre ellos. Solo se escuchaba tocar a la orquesta música clásica de Vivaldi - Four Seasons (Winter).

—¡¿Insinúas que estamos en la fiesta de una muerta?! —gritó Nancy atrayendo la atención de algunos invitados que estaban cercanos a ellos. Cuando dijo eso hasta dio la impresión de que los instrumentos callaron para que se pudiera escuchar mejor centímetros a la redonda.

Se tapó inmediatamente la boca. El licenciado Malaou veía disimuladamente a los que bailaban.

—¿Y fue de la que hace unos días fuiste al sepelio? —Sacó en conclusión Xassena.

—Así es —confirmó él.

—Ahora entiendo por qué sentías escalofrío entrar, Xassena —dijo con miedo Nancy.

Ethan Malaou se  extrañó con lo que dijo Nancy y preguntó:

—¡¿Es verdad, Xassena?!

—Si, Licenciado. Es más, pensé en irme de aquí —dijo apenada aquello.

—¿Quién en su sano juicio hace una cosa así? —replicó Nancy.

—Entiendo lo que dices. Pero Josarian se lo prometió: la fiesta se llevaría acabo pasara lo que pasara. Así como lo de sus cenizas de ponerlas en ese lugar.

Xassena casi cometía una indiscreción, pero pudo más su cordura. ¿Tal vez su jefe sabría toda la verdad sobre lo que había escuchado? Si era amigo de él, debería de ser así. Pero se contuvo, no quería que el licenciado la tildara de chismosa.

Nancy no pudo ocultar más el miedo que sentía. Le daba nervio el estar en la fiesta de una difunta. Ahora hasta casi creía ver que la mujer de la foto la observaba. Volteó lentamente y la miró con recelo. Lucía un tanto misteriosa. ¡Dueña de todo lo que estaba a su alrededor!

Para Nancy además, nunca le había pasado algo semejante: ¡Estar en la fiesta de una muerta!

—¡Vaaámonos ya, Xassena! —dijo con voz nerviosa.

Lo mismo pasaba con otros invitados. Algunos de los cuales fueron de los que alcanzaron a oír a Nancy cuando gritó.

Sin saber de dónde había surgido, Josarian se les acercó, lo cual aprovechó Ethan para despedirse de una vez de él.

—¡Mucho gusto! ¡Estuvo muy bonita su fiesta! Pero es hora de retirarnos —dijeron casi al unísono las amigas.

Rápidamente quisieron retirarse de ahí y caminaron hasta a un lado del muro izquierdo muy cerca de la salida. 

Pero antes de que lograran salir, vieron que una de las sirvientas llegaba con los dos hombres trayendo consigo una computadora portátil. Mientras del techo, justo enfrente del enorme cuadro,  unos hombres desprendían del techo una base que portaba una televisión de como de 100 pulgadas.  Cosa que atrajo la atención de todos ellos, especialmente de Josarian.

—¿Qué significa eso, Niembri? —preguntó extrañado Josarian. No sabía nada al respecto.

La mujer, que era delgadita, modosita, de pelo negro y corto; de piel aperlada y ojos negros; de estatura mediana. No de belleza inigualable, pero bonita. Cayó por unos segundos y cuando al fin pudo hablar, por tener todo el peso de las miradas de todos.

—La señora me dio instrucciones que se proyectaría un video en su fiesta; dijo que la señorita Yaníndore me diría exactamente en qué momento; pero en vista que no está ella, dígame usted cuándo lo hacemos —dijo Niembri, dejando a todos sorprendidos y extrañados.

Xassena se mostró interesada, deseaba conocer más a la que había sido esposa de Josarian. Ella los relacionaba así por lo publicado en el periódico. Aunque ahora ya le era todo un misterio la vida de todos ellos. Incluyendo el nombre de la cual giraba todo aquello. Y ahora también la razón de la ausencia de la, quizás mejor amiga de la difunta, ¿habían muerto las dos, tal vez?

—¿De qué trata el video? —preguntó interesado Josarian.

—La verdad, no lo sé, señor —respondió Niembri, poniendo la mano en su cabeza.

—No, déjelo. No pondremos nada.

Lo que dijo lo acompañó con un ademán de mano.

—Proyéctalo, Josarian. Es la última voluntad de ella —insistió Malaou con voz baja para que no escucharan los demás lo que había dicho. Por lo que Josarian aceptó y el Licenciado se ofreció para su instalación.

Nancy insistía en retirarse.

En Xassena iba en aumento el deseo de saber. “Ella”, pero ¿cuál era el nombre? ¿Por qué nadie lo mencionaba. ¿Era un nombre prohibido en la casa? ¿No se sabían el nombre?

—No. Quedémonos a ver el video, quiero saber más de esa mujer. Me ha empezado a intrigar mucho —dijo Xassena.

En el centro de la pista seguían con la conexión de los aparatos. Todos murmuraban y esperaban expectantes lo que se les mostrarían. Más, los que la conocían porque sabían perfectamente el modo de ser inesperado de la cumpleañera.   

—Me dijo que el video se llamaba “Para Fiesta de señora Orbacam” y lo había colocado en el escritorio para su fácil localización —Le dijo en voz baja Niembri a Malaou.

—¿Te ha hechizado esa mujer o qué pasa? Antes ansiabas irte al igual que yo y ahora…

No alcanzó a terminar Nancy porque todo estuvo listo y se les pidió a los invitados de favor prestaran atención a lo que se proyectaría. Se les dijo que se trataba de un video que la festejada quiso se proyectáse en su fiesta, dijo Josarian solemnemente. Solo los que sabían entendieron el mensaje que había sido dado. Todavía algunos no estaban al tanto que la fiesta era en honor de una difunta.

Empezó la proyección del video con la cordial bienvenida de “ella” a los invitados. Después, pasó algunos pasajes de su vida captado en fotos y otros en clips sacados de otros videos con una música clásica de fondo. Todos seguían atentos la proyección del mismo; en especial Xassena, no perdía ni un detalle del desenvolvimiento de la protagonista de aquella película. Estudiaba a la perfección cada movimiento que ésta realizaba. Otro quien también lo hacía era Josarian, cada quien a su manera; obviamente no pudo evitar soltar el llanto, al igual que otros conocidos. Al término de la mezcla de fotos y clips de videos apareció nuevamente la soberbia mujer para dar otro mensaje.

—¡Queridos Invitados! Espero que les haya gustado mi corto metraje tanto como a mi hacerlo. Ahora quiero invitarlos que continúen divirtiéndose en mi fiesta. ¡Porque yo no estoy muerta!, de un momento a otro me levantaré…

—¡¿Pero qué significa eso?! ¡Quita eso por favor, Ethan! —murmuró Josarian e Ethan Malaou se apresuró para proceder a detener la reproducción del video. Mientras Niembri también presurosa se dirigía hasta ese lugar para ayudarle.

La gente no dejaba de murmurar. Unos veían el video, otros miraban disimuladamente a Josarian, unos más posaban su mirada en Malaou y Niembri. Xassena y Nancy se veían, y no salían de su asombro por el acontecimiento. La reproducción del video seguía a la par con todos estos hechos.

—…y me uniré a ustedes a la más grande celebración del año: La fiesta de cumpleaños de Ferenielle Orbacam —Mostró una copa que contenía vino y continuó—. Estrechemos nuestras copas y digamos ¡Salud! En unos instantes brindaré con ustedes en per…

Cuando Ferenielle propuso el brindis instintivamente Xassena había levantado su mano y brindado con ella sin copa alguna. No podía creer que fuere sido precisamente ella, la que le hubiera proporcionado su nombre. Era como si solo ella pudiera pronunciarlo, de ahí nadie más.

No conforme con todo el suspense que rondaba la cabeza de Xassena sobre ellos, ahora le llegaba otra cosa más que desearía saber: ¿por qué razón ella mencionó que no estaba muerta? ¿Cómo supo eso desde antes que le pasara? ¿Estaba condenada a muerte y lo sabía? ¿Qué era todo eso?

Ya no seguía más el video porque rápidamente desconectaron todo aquello y subieron nuevamente la gigantesca televisión ocultándola nuevamente en su lugar en el techo. Niembri se retiraba con la mesita rodante, mientras Ethan pedía disculpas a los invitados por el error, según él, dijo que tal vez alguien había editado el video malintencionadamente para una broma de mal gusto.

—…Agradecemos su atención y por favor sigan divirtiéndose, ¡Gracias!

Josarian le había pedido discretamente a la doméstica que lo acompañara a la biblioteca. Niembri sintió miedo de tan solo ver la expresión que mostraba su cara. Cuando llegaron a su destino se apresuró a cerrar la puerta y explotó.

—¿Qué significa eso, Niembri? —le dijo seriamente y sumamente enfadado.

—¡No lo sé, señor! ¡Discúlpeme! Yo no sabía el contenido del video. ¡Se lo juro! —dijo desesperadamente la sirvienta.

—¿Quién editó el video malintencionadamente? —preguntó impaciente el aludido.

—Le digo que no lo sé, señor. No sé quién más sabía donde estaban guardadas las cosas. Tampoco creo que fuera la señorita Yaníndore —dijo Niembri con voz entrecortada.

—Está bien, retírate —ordenaba Josarian más calmado, entonces Niembri salió corriendo.

Todo mundo estaba en shock, entre ellos Xassena. No daban crédito a lo que había pasado. Unas amigas continuaban con el estira y jala.

—¡Ahora sí vámonos, Xassena! —Nancy insistió. No pensaba darse por vencida tan fácilmente. Deseaba dejar cuanto antes aquel lugar y dejar de ver esa foto que pareciera que la veía acosadora; como retando a que nadie más invadiría su espacio. Solo ella era dueña de ahí y no dejaría entrar a nadie más. Era una broma siniestra el solo hecho de ver ese cuadro y sentir la mirada penetrante de esa altiva mujer. Por si fuera poco, se le agregó el detallito del video.

Malaou ya regresaba con su amigo. Él había ido a la biblioteca para apoyarlo. Josarian tenía que soportar el peso de las miradas. Se distraía con las palabras de Malaou, las oía distantes como si le hablara a miles de kilómetros de ahí. Se imaginó que se encontraba en una isla desierta, vio hacia el techo, cualquiera que supiera del lenguaje corporal sabría que le gustaría estar en ese instante en cualquier parte, menos en el lugar donde se encontraba. Solo Xassena notó y comprendió lo que decía sin hablar.

—¡Hola, Josarian! ¡¿Te acuerdas de mí?! —dijo una vocecita melosa, que de inmediato atrajo la atención de Xassena y Nancy. Solo esa vocecita melosa fue capaz de sacar de su hipnotismo a Xassena y de su obsesión por irse a Nancy. Ninguna de las 2 se movió ni dijeron nada, solo empezaron a observar las acciones de la personita. Pareciera que eran las únicas que se habían percatado de su presencia.

La muchacha era delgadita, morena y blanca. Llevaba traje de color gris oscuro con blusa blanca y tenía el cabello liso y largo, que traía en un chongo. Usaba lentes. En otras palabras, tenía el aspecto típico de una psicóloga.

—Soy Aubrey, una de las mejores amigas de tu esposa. Después de Yaníndore, claro —dijo nuevamente la que ahora reconocían como la chica de la voz melosa.

Xassena se empezaba a familiarizar también con el nombre de Yaníndore. De la cual todavía le era una incógnita su apariencia. No había ni una foto de ella con la cumpleañera en la casa. Solo la grande de “ella”. No era difícil de imaginar que quisiera ser la única en ese lugar. Aunque sabía perfectamente que para ser su mejor amiga debería de tener casi su mismo porte elegante.

—Si. ¡¿Cómo no me habría de acordar?! Eres su amiga alemana —dijo con voz ronca y seria, Josarian, volteando a ver a Ethan­—. ¿Y tú Ethan?

—No. Me disculpan, pero yo no la conozco

—¿Te puedo pedir un favor? —dijo con un tono más meloso aún.

—¡Sí! —dijo secamente Josarian.

—Quisiera entrar a ver el cuarto de mi amiga por última vez, ¿Podría? —dijo ahora con mucha sutileza. No quería un no como respuesta.

Xassena y Nancy seguían atentas su desenvolvimiento. Les había despertado el interés todavía más el saber que la desconocida quería entrar al cuarto de la difunta.

—¡Lo siento, Au! Pero no puedo. Ese cuarto está cerrado con llave y no se piensa abrir más —Contestó tajantemente Josarian. Se veía que no sería flexible en lo que ya había dicho. Defendería firmemente su postura de no dejar entrar en ese cuarto a nadie más.

—¡Ándale! Solo un poquito, ¿Sí? —Aubrey le insistió.

Pero él no accedió bajo ningún motivo. La chica por fin se dio cuenta que no lograría nada y ya no insistió. Se apartó de los dos hombres.

A Malaou se le había olvidado que ya se iban, pues continuaba su plática con su amigo. Aunque eso no les importaba ya a Xassena y Nancy, seguían viendo despistadamente qué haría ahora su nueva amiga a distancia.

En eso estaban cuando ahora la atención de todos, no solo la de ellas, fue atraída por un hombre borracho alto, delgado, pelo negro, con patilla y bigote y de piel entre blanca y morena que estaba parado enfrente de la gran fina pintura que se erguía como juez. El hombre había comenzado a gritarle. Su voz se oía cargada de reproche, miedo, respeto y a la vez de culpa.

—Tú eres la culpable de todo lo que me pasa. Paso mis noches en vela sin poder dormir. ¿Qué es lo que quieres? —Reprochó el hombre ahogado en alcohol y continuo diciendo haciendo una reverencia—, ¡Oh gran dama de alcurnia!

Pausó un momento y siguió gritando.

—Llévame de una vez contigo. No lo puedo soportar. ¡Te ví, te ví ese día!, ¡fue horrible! Sé que en parte yo tengo la culpa…

—Cálmese, señor. Lo más seguro es que se esté confundiendo.

Josarian trataba de controlar la situación sin ningún éxito. No podía entender cómo había logrado colarse aquel sujeto hasta ahí. Debió de haber aprovechado la distracción que hubo durante la proyección del video, pensó.

El individuo, entonces, levantó su mano en la cual traía una botella de vidrio con bebida embriagante y amenazó con lanzárla contra el lienzo. En ese preciso momento la energía eléctrica falló y todo el lugar quedó en la más completa oscuridad, logrando con eso que el sujeto se quedara quieto lleno de temor y expectación, su expresión lo decía todo. Varios ojos se abrieron más de lo común; muchas bocas exclamaron un ay de temor. ¿Acaso era la respuesta de la difunta? ¿Algo sobrenatural había provocado la ausencia de la luz? Nadie entendía eso ni lo que el borrachín había querido decir con sus palabras.

Xassena, era quizás, la más interesada en eso ¿qué había visto el hombre que le resultara tan horrible como para desear su muerte? ¿Por qué sentía sentimiento de culpa y de qué?

Mientras unos hombres se dedicaban a sacar a la persona alcoholizada, la chica alemana aprovechaba disimuladamente la situación, se fue alejando hacia las escaleras que estaban por el muro derecho, las cuales llevaban hacia los cuartos de arriba, donde Xassena y Nancy supusieron se encontraría el cuarto en cuestión que quería ver. Era como si ellas fueran invisibles. La chica solo se cuidaba de los demás, pero no de ellas dos o tal vez el muro izquierdo que les había quedado cerca evitaba que fueran vistas por la alemanita atrevida.

El hombre luchaba por zafarse de sus corpulentos custodios y gritaba exaforadamente que lo soltaran, pero la sujeción era tal que no logró su objetivo y fue sacado del lugar. La mujercita ya había llegado con éxito arriba sin ser vista y dirigido al lado sur. Sus espectadoras tuvieron que moverse de lugar para seguir viendo solo por un rato más a la pequeñéz de mujer, la perdieron de vista cuando desapareció por el oscuro pasillo que llevaba hacia esos misteriosos cuartos. Un celular era lo que utilizaba para  alumbrar la ruta que se había aventurado a seguir.

Xassena y Nancy se voltearon a ver sorprendidas. No dijeron nada. Volvieron sus cabezas hacia arriba nuevamente y esperaron por el resultado de su osado proceder.

No se hizo esperar mucho, si acaso fue por unos escasos minutos su espera. La respuesta a sus expectativas fue un desgarrador grito que provenía de arriba, justo del lado donde había desaparecido hacía unos instantes la alemana, mismo que hizo que por instinto las dos amigas se abrazaran al escucharlo.

El grito llamó la atención y despertó el miedo y preocupación de todos los presentes.

—¿Qué es lo que está pasando? Una cosa tras otra…

Se murmuró entre los presentes.

El ambiente seguía a oscuras a pesar de que personas, entre ellas el licenciado Ethan, ya se encontraban trabajando sobre el asunto.

—Niembri —Vociferó Josarian—, vaya a checar que sucede allá arriba. Debo pensar que “el cuarto” está cerrado —preguntó un dudoso Josarian.

—Si, señor. Si lo está —dijo Niembri  y corrió hacia las escaleras. Las cuales subió de prisa, seguida de su jefe.

Todos se arremolinaron al pie de las mismas esperando respuesta de lo que había pasado en aquella parte de la casa. Josarian esperaba también, pero él en la cima de éstas.

Casi enseguida se dejó ver Niembri acompañada. Venía con la alemana temerosa a su lado.

—La encontré desmayada en “el cuarto”, señor —le comunicó miedosa Niembri a Josarian, pues se le había ordenado que mantuviera bajo llave ese lugar. No entendía cómo, pero estaba abierto. Ella estaba segura que le había echado llave.

—¡Me quiso matar! ¡Una mujer me quiso matar! —gritaba una y otra vez la chica melosa repitiendo lo mismo. Se desaliñaba su pelo bruscamente cuando lo hacía. Sus ojos lucían tétricos con su rímel corrido a consecuencia de que estaban cubiertos de lágrimas.

—¿Qué viste? —le preguntó extrañado Josarian. Luego, Volteó a ver a Niembri con ojos que casi querían fulminarle; ella, en cambio, le huyó con la vista—. Más tarde quiero hablar seriamente contigo.

—No hay nadie, señor. En el cuarto no hay nadie —aseguraba Niembri.

Josarian corrió al cuarto para cerciorarse de que no hubiera nadie, y, efectivamente, no encontró a ninguna persona o rastros de que alguien hubiera estado en ese lugar.

—¡Me quisieron matar! ¡Alguien me quiso matar! —repetía Aubrey.

A partir de ese momento la energía eléctrica se restableció volviendo con ella la luminosidad a la fiesta.

La pequeña mujer se escapó de las manos de Niembri y bajó corriendo las escaleras. Por poco y echó al suelo a Xassena, al pasarle casi encima de ella.

—¡Larguémos de aquí! —les gritó a sus acompañantes.

Una pareja la siguieron hasta perderse por la puerta principal.

Xassena saltó de miedo poniendo su mano derecha sobre su pecho cuando sintió que alguien le tocaba al hombro. Era su jefe quien regresaba.

—Perdón, no fue mi intención asustarte.

Xassena no contestó nada, simplemente ella y Nancy casi corrieron hacia la salida por lo que lograron ver cómo la protagonista del susto mayor, ayudada por sus compañeros, era subida a un auto deportivo de color amarillo que estaba estacionado a un lado de la fuente, para luego ellos hacer lo mismo y marcharse a todo motor de ese lugar.

¡Había sido una noche muy inquietante para todos!

En el cuadro, a Ferenielle se le dibujaba una sonrisa como satisfecha de todo lo que había pasado en su inigualable fiesta de cumpleaños. A cualquiera se le hubiera encrespado los pelos de haber divisado ese detalle que se apreciaba sobre sus labios.

Al siguiente día todos los periódicos hablaban de la inusual fiesta de cumpleaños ofrecida a la difunta esposa del licenciado Josarian Orbacam. Ángela apenas si podía creer que Xassena y Nancy hubieran estado en dicha fiesta. Al igual que ellas, en toda su vida nunca había escuchado de algo semejante, pensó que el esposo debería estar loco.

Pero Xassena lo único que tenía en mente era lo que podría pasar entre ellos dos más adelante pues estaba segura que no le había sido indiferente del todo a Josarian.




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